7 de septiembre
BEATOS JUAN DUCKETT y RAFAEL CORBY,
Mártires
  (1619 d.C.)

BEATO RAFAEL CORBY

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   Juan Ducket nació en Inglaterra, en l613, en la región de Yorkshire. Se cree que era sobrino del beato Jaime Ducket, quien murió en el martirio.

   Realizó los primeros estudios en un colegio inglés de la ciudad de Douai (Francia), donde más tarde recibió la ordenación sacerdotal. Años después concurrió a la universidad de París.

   Al confesar que era sacerdote católico, fue enviado a Londres y encarcelado en un presidio de las cercanías. Allí lo acompañó el padre Rafael Corby, sacerdote jesuita, también apresado cuando celebraba misa en la localidad de Hamsterley Hall.

   Este último vio la luz en 1598 en Maynooth, Todos los miembros de su familia habían entrado en religión. Su padre y dos de sus hermanos pertenecían a la compañía de Jesús, y dos hermanas eran benedictinas en Bruselas.

   Rafael Corby se incorporó a la Compañía en Watten (Vlandes). Tenía treinta y cuatro años cuando comenzó su apostolado en Inglaterra, en el condado de Durham, de donde era oriunda su familia. Durante doce años trabajó infatigablemente, sosteniendo con su palabra de fe a los fieles, atemorizados por la persecución de la corona.

   En el mes de setiembre ambos sacerdotes fueron condenados a morir en el patíbulo.

   Fuera de Inglaterra, los jesuitas trabajaron para conseguir la libertad del padre Corby, quien al enterarse ofreció su lugar al padre Ducket, cosa que éste no aceptó.

   Las gestiones emprendidas para liberarlos fracasaron, y el día 7 de setiembre de 1644 fueron llevados a Tyburn. Tranquilos y sonrientes marcharon hacia el lugar del suplicio. El padre Ducket bendecía a todos aquellos que se acercaban. A un pastor protestante que quiso convertirlo, lo atajó diciendo: "No he venido a este lugar para que me enseñen mi fe, sino a morir por ella".

   Puestos bajo las respectivas horcas, el padre Corby habló a los que allí se hallaban, exaltando la fe católica y su alegría por haber merecido la palma del martirio.

   La víspera de la ejecución, el beato Juan Ducket escribió una carta al vicario apostólico de Inglaterra, quien en ese entonces se hallaba en París. En ella le expresaba que no temía a la muerte, que la recibiría con júbilo, "porque Cristo es mi vida y la muerte mi victoria".

    

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