Santa Justina de Antioquía rehusó casarse con un joven pagano. Fue éste a consultar a un mago célebre, llamado Cipriano, sobre los medios que
debía emplear para vencer a la doncella. Cipriano empleó todos los secretos de su arte; pero el demonio le confesó que ningún poder tenía sobre los
cristianos. Esta respuesta lo convirtió; hasta llegó a ser obispo de
Antioquía. Padeció con Santa Justina garfios de hierro, azotes y pez hirviendo; finalmente
fueron decapitados.
MEDITACIÓN
SOBRE EL APLAZAMIENTO
DE LA CONVERSIÓN
I. No difieras tu conversión de día en día: Dios, que promete perdonar al arrepentido, no ha
prometido esperar al pecador que difiere su conversión. La vida es tan incierta que una pronta conversión es absolutamente necesaria; porque de esta conversión depende una eternidad de dicha o de infortunio. El negocio de la salvación es tan importante, que no
debe ser dejado para mañana. El día de mañana no pertenece al cristiano. (Tertuliano)
II. Pero aun cuando estuvieras seguro de llegar a extrema. vejez, no seria ello razón para diferir hasta entonces tu conversión. En efecto, el cuerpo
debilitado por la edad y la enfermedad no buscará sino el
descanso, los malos hábitos se habrán convertido en
segunda naturaleza; acaso Dios retire las gracias que hoy menosprecias. Sin duda que el perdón está
prometido al que se arrepiente; ¿pero pretenderás hacer entonces penitencia?
III. Esperas para convertirte el momento de tu muerte: pero ¿quién te ha dicho que no morirás de
muerte repentina e imprevista? ¿Quién te ha asegurado que conservarás el uso de tu razón? Suponte que
goces en ese supremo momento del pleno uso de tus facultades, ¿qué clase de penitencia es la que consiste
en dejar el pecado cuando ya no se lo puede cometer? Imita a aquel cortesano que, después de haber
leído la vida de San Antonio, dijo a uno de sus amigos: "Voy a servir a Dios; ahora mismo comienzo y
en este lugar; si no quieres imitarme, por lo menos no te opongas a mi resolución".
La penitencia
Orad
por la conversión de los pecadores.
ORACIÓN
Haced, Señor, que experimentemos los efectos
incesantes de la protecci6n de vuestros bienaventurados mártires Cipriano y Justina, puesto que no cesáis
de mirar con bondad a los que favorecéis con tan poderoso socorro. por J. C. N. S.
Amén. |