|
23. Es fama que supo tamaño portento
El pueblo de Salta con gran
emoción, De la caravana saliendo al encuentro
Le acogen en triunfo con exaltación.
24.Ya tiene este pueblo su Rey Soberano,
¡Milagrosamente lo vino a
buscar! Es dulce su cetro, piadosa la mano
Del manso Monarca que habrá de reinar.
25. Mas, pasan los días, los meses, los años...
Y llega el
olvido con el desamor. ¿En dónde está el culto ferviente de antaño?
¿En dónde
está el Cristo, el Rey y Señor? 26. En una Capilla oscura y callada,
De la antigua nave de la Catedral,
La efigie de Cristo se encuentra olvidada,
Sin culto, sin luces, sin
flores ni altar. 27. De nuevo la negra perfidia del hombre
Abrió las heridas del
dulce Señor, Un siglo de sombra, de olvido sin nombre,
¡De nuevo el Calvario, después del Tabor!
28. ¡Y llegó la hora! La hora marcada
Desde los dinteles de la
eternidad. En aquélla noche por Dios señalada,
Llenóse de espanto la ingrata ciudad.
29. Fortuna, opulencia, placeres, riqueza,
En el Siglo de Oro la
ciudad tenía, Y confiadamente, sobre su grandeza,
Un sueño tranquilo, profundo, dormía.
30. Cuando fuertemente conmovió la tierra
Los sacudimientos de
sordo temblor, Y el pueblo confiado, despierta, se aterra,
Sintiéndose lleno de angustia y pavor.
31. Las calles se llenan de la muchedumbre
Que el frío del miedo
comienza a sentir, Cuando se desploma la recia techumbre
Y se oyen los muros y puertas crujir.
32. Con furia creciente sacúdese el suelo;
Durante tres días tan
fuerte tembló, Que entonces la gente se acuerda del cielo,
E implora la ayuda del Hijo de Dios.
33. Jurando de hinojos hacer penitencia,
Se visten de tosco, de
pobre sayal, Humilde llevando con santa paciencia
Ceniza en la frente y al cuello un dogal.
|
|
|
34. Descalzos y hambrientos de ayuno expiatorio,
De
Cristo quisieran la vida imitar, Hay tantos Pilatos y tantos Pretorios,
¡Tantos
Barrabases a quien perdonar!
34. Mas, sólo los ruegos encuentran el eco
Que
aquellos clamores parecen doblar. ¿Acaso le espera la suerte de
Esteco? ¿Cuál
otra Pompeya se habrá de arruinar?
35. La voz inspirada de un padre jesuita,
Que
tiene los tonos de la de Isaías, Del pueblo aterrado comparte la cuita
Clamando
los salmos de las profecías.
36. —La Imagen de Cristo que habéis olvidado
Sacad
a las calles, con fe y devoción. Que mire a su pueblo postrarse humillado,
¡Rendido
a su planta, pidiendo perdón!
37. Y el pueblo versátil, el pueblo inconstante
Que
aclama e injuria con igual ardor, Que aclama e injuria con igual ardor,
Y
sale llevando la cruz del Señor.
38. Mas, ¿quién del Monarca los justos enojos
Tal
vez con sus ruegos templarlos podría? Un ser sólo tiene poder a sus ojos:
¡Su
Madre Divina, la Virgen María!
39. La Virgen intacta, la pura, la hermosa,
La
Madre sin mancha del dulce Jesús, La Madre sin mancha del dulce Jesús,
Que
tiene en el cielo su trono de luz.
40. Ella, por los hombres, por los pecadores,
Con
tanta ternura y empeño rogó, Que vieron su rostro cambiar de colores
Y
hasta su corona de reina dejó...
41. Y su Hijo la escucha. La escucha y perdona
Al
pueblo contrito por su intercesión. El pueblo le llama su dulce Patrona,
¡Virgen
del Milagro! con admiración.
42. La tierra convulsa recobra la calma,
Se
aquieta la furia del ronco temblor, De la muchedumbre conmuévese el alma
Ardiendo
en la hoguera de un cálido amor.
43. Era un día glorioso. El inolvidable
15 de septiembre del noventa y dos, La hora de la gracia, la fecha imborrable
Que
Dios en la esfera del tiempo marcó...
|