14 de enero
      SAN FÉLIX DE NOLA, (*)
Presbítero

   Nació san Félix en Nola de Campania, y perdió sus padres, siendo de poca edad. Viéndose huérfano, dio la mayor parte de su patrimonio a los pobres, y se aplicó al servicio de la Iglesia, en la cual tuvo el grado de lector y exorcista con tanta virtud y espíritu, que echaba los demonios de los cuerpos que atormentaban y poseían. Había ya subido al grado del sacerdocio, cuando se levantó una horrible persecución contra la Iglesia. Viniendo a Nola los ministros del emperador, buscaron al anciano y santo obispo de la ciudad, llamado Máximo, el cual por el amor de sus ovejas se había retirado a los riscos de los montes, encomendando a Félix su rebaño. Prendieron, pues, a san Félix, y cargado de cadenas, le echaron en una cárcel muy obscura, llena de pedazos de tejas para que no pudiese dormir ni reposar. Entretanto el anciano obispo se consumía en la soledad, acordándose de su grey y padeciendo los extremos rigores del hambre y del frío. Mas presto consoló el Señor a los dos: porque un ángel desató a san Félix de sus prisiones y le abrió las puertas de la cárcel y le acompañó al monte donde estaba el santo obispo. Hallóle san Félix desfallecido y tendido en el suelo: abrazóle, y haciendo oración por él, vio allí cerca un racimo de uvas, y exprimiéndole en la boca del santo, le volvió en sí. Tomóle después sobre sus hombros, y llevóle secretamente a la ciudad, confiándolo a una santa anciana hasta que cesase aquélla persecución. Hallaron un día los ministros del emperador a san Félix en la plaza, sin conocerle; y le preguntaron si conocía a Félix presbítero; y él les respondió que de cara no le conocía como era verdad, pues de cara nadie se conoce: y como los ministros, mejor informados, corriesen tras él; escondióse entre unas paredes viejas, donde el Señor le ocultó, cubriendo repentinamente aquél escondrijo con unas telarañas muy espesas y cerradas. Calmada aquélla borrasca, salió de su secreto retraimiento y comenzó de nuevo a exhortar al pueblo a toda virtud. Murió en este tiempo el obispo Máximo consumido por su larga enfermedad y trabajos que por Cristo había padecido: luego todos pusieron los ojos en san Félix para que fuese su pastor y obispo: mas él les persuadió con buenas razones que eligiesen a Quinto, que era un clérigo de santísima vida. Como durante la persecución hubiesen confiscado a nuestro santo todos sus bienes, aconsejáronle que los pidiese por justicia; mas él respondió: «No quiera Dios que yo torne a poseer lo que una vez perdí por Jesucristo». Y así se sustentó de los frutos de una pequeña huerta que cultivaba, hasta que lleno ya de méritos y de virtudes, el día 14 de enero descansó en la paz del Señor, el cual honró su sepulcro con grandes prodigios.

  REFLEXIÓN

   En la vida de este santo hay muchas cosas admirables por las cuales hemos de alabar a Dios como son: haberle librado de la cárcel por un ángel, como a san Pedro, llevándole al monte donde su obispo estaba pereciendo; haberle proveído del racimo de uvas para su refrigerio; y defendídole con telas de arañas de los que le buscaban para matarle. ¿Quién, pues, desconfiará en sus trabajos, de Dios nuestro Señor? El cual, aunque mortifica para darnos ocasión de mérito, también da la vida; y después de haber dejado llegar al hombre a lo más profundo del abismo, le saca, le levanta, le anima, y le da al fin la corona de la gloria..

ORACIÓN      

   Oye, Señor, las súplicas que te hacemos en la fiesta de tu bienaventurado confesor san Félix, para que los que no confiamos en nuestros méritos, seamos ayudados por las oraciones de este santo, que fue de tu agrado. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

    

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