16 de enero
SAN FULGENCIO, (*)
Obispo, Confesor y Doctor
El glorioso prelado y sagrado doctor español san
Fulgencio, nació en Cartagena, y tuvo por padre al ilustre capitán del
ejército de aquélla provincia, y por hermanos a los santos Leandro,
Isidoro y Florentina. Instruyóse desde su mocedad en las lenguas griega,
hebrea, siriaca, itálica y latina, y salió tan aventajado en las Letras
sagradas, que alcanzó entre los españoles el grado de doctor. Defendió
con tanta erudición y elocuencia la divinidad de Jesucristo, que muchas
veces dejó a los herejes arrianos avergonzados y corridos. Por esta causa
fue desterrado de Sevilla por orden del rey, y padeció gravísimos
trabajos de hambre y sed, y encerrado en un calabozo de Cartagena,
donde ni aun se le permitía mudarse la ropa que llevaba puesta. Desde la
cárcel animaba con sus cartas a los católicos, para que defendiesen, aun
a costa de su sangre si fuese menester, la verdad infalible del artículo
revelado en las Santas Escrituras, y exhortaba a su sobrino Hermenegildo a
morir por la fe, antes que abrazar la herejía del rey Leovigildo, su
padre, que le amenazaba con la muerte; diciéndole que por ningún respeto
de hijo había de rendirse a la voluntad de su padre hereje, con tan
grande detrimento de la honra de Dios, que le atormentaba ya con gritos,
alaridos y tanta ruina de la religión católica y estrago de toda la nación.
Murió mártir el hijo; y el padre, viéndose acosado de terribles
dolores, se movió a penitencia, aunque no lo suficiente para la salvación,
mandando a Recaredo, que oyese como a padre y obedeciese a Leandro y
Fulgencio, que resplandecían como antorchas de la Iglesia de España.
Sosegada la persecución por muerte de Leovigildo, autor de tempestad tan
deshecha, mudaron de semblante las cosas de España, cuando recibió el
gobierno del reino Recaredo, el cual dio orden de que .fuesen restituidos
a sus iglesias los obispos y celosos varones católicos desterrados de ellas
por su padre; con cuyo motivo volvió a Sevilla san Fulgencio con grande júbilo
de toda la ciudad, que le recibió como ínclito defensor de la fe de
Cristo. Abjurando después Recaredo el error arriano en el concilio de
Toledo, toda la nación se convirtió a la verdadera fe. Gobernó san
Fulgencio, con admirable solicitud las iglesias de Sevilla, Ecija y
Cartagena; escribió muchos libros llenos de celestial sabiduría y de aquélla
gracia que derrama el Espíritu Santo sobre los doctores de la Iglesia; y
lleno de méritos y virtudes, y asistido en su último trance por san
Braulio, obispo de Zaragoza, y Laureano, obispo gaditano, entregó su alma
preciosa al Señor. Las diócesis de Cartagena y Plasencia le veneran como
a su patrono; sus reliquias se conservan en la catedral de Murcia y en el
Escorial.
REFLEXIÓN La conversión de España a la verdadera fe, redunda en mucha gloria de los santos hermanos Leandro y Fulgencio, clarísimas lumbreras de la Iglesia española. Y pues la doctrina de los sagrados doctores es la de los santos apóstoles, y la doctrina de los apóstoles es la de nuestro Señor Jesucristo, Díos y hombre verdadero, conservémosla en toda su entereza. Esta es la única doctrina autorizada, verdadera, celestial y divina. Las doctrinas anticatólicas son puras cavilaciones de hombres falibles, veleidosos, apostatas, impíos, deshonestos y soberbios. ¡Grande imprudencia y extremada locura es el hacer algún caso de lo que éstos enseñan, tratándose del negocio de toda nuestra eternidad! ORACIÓN Oh Dios, que escogiste para tu pueblo como ministro de la eterna, salud al bienaventurado Fulgencio, rogámoste nos concedas, que tengamos por intercesor en los cielos, al que tuvimos en la tierra por doctor y maestro de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. |
* Flos Sanctorum de la Familia Cristiana, del P. Francisco De Paula Moreli, S. J. Editoral Difusión, S. A., 1943.