18 de enero
LA CÁTEDRA
DE
SAN PEDRO EN ROMA*
Nada temáis a los que matan el cuerpo y
no pueden matar el alma: temed
antes al que
puede arrojar alma
y cuerpo en el infierno.
(Jesucristo
en San Mateo, 10,28).
Era antigua costumbre en la Iglesia de
Occidente
festejar el aniversario de la consagración del obispo. Era pues de esperar que
se conmemorase de algún
modo, desde los primeros tiempos, la entronización
de San Pedro como obispo de Roma. Tal es el motivo de la solemnidad de este día,
que encontramos mencionada en los libros litúrgicos desde fines del siglo VI.
MEDITACIÓN I. No debes temer a los hombres, porque no tienen poder alguno sobre tu alma. No pueden causarte en el cuerpo sino dolores cortos y leves; y, no obstante, los temes más que a Dios. Nada quisieras decir, ni hacer, que pudiese disgustar a un hombre poderoso; no te atreverías a ejecutar algo inconveniente en presencia de un hombre honrado, y, sin embargo, todos los días ofendes a Dios con tus palabras, con tus pensamientos, con tus acciones. ¿Dónde está tu juicio? ¿Dónde tu fe? II Temes los sufrimientos, las enfermedades, la pobreza, la tristeza, y todos los males de esta vida. ¿Qué mal pueden causarte estas aflicciones? Ellas te desapegan de las creaturas; rompen las cadenas de tu alma al mortificar tu cuerpo; te acercan a tu patria celestial al hacerte sentir las tristezas del exilio. ¡Ah! ¡no son estos sufrimientos, sino los de la otra vida los que hay que temer! III. ¡Temes la deshonra, la calumnia, las humillaciones y, muy a menudo, para conservar una honra imaginaria ante los hombres, ofendes a Dios! Desdichado, ¿no sabes que la verdadera honra se basa en la virtud? ¿Qué te importa lo que los hombres piensen de ti, siempre que te estime Dios y te premie? ¡Extraña ceguera! Témense las leyes humanas y se desprecia el Evangelio como si las órdenes de Jesucristo no valiesen lo que valen los decretos de los príncipes. (San Jerónimo). Orad por el Papa ORACIÓN Oh Dios, que acordasteis a vuestro bienaventurado Apóstol Pedro el poder de atar y desatar, concedednos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por N. S. J. C. Amén. |
* Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo I, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)