21 de enero
SAN FRUCTUOSO
DE TARRAGONA
Y COMPAÑEROS,
Mártires
Gocémonos, y saltemos de júbilo
y demos gloria a Dios,
pues han llegado
las bodas del Cordero y su
esposa se ha engalanado.
(Apocalipsis,
19, 7).
Es la primera de las grandes
figuras que nos ofrece la historia de la Iglesia española. Pastor de la
comunidad cristiana de Tarragona a mediados del siglo III, venerado por
los fieles lo mismo que por los paganos. Expuso muchas veces su vida en
la peste que por entonces asoló el imperio, pero Dios le reservaba para
el sacrificio más glorioso del martirio. Habiendo ordenado Valeriano,
en 257, que todos los jefes de las iglesias ofreciesen sacrificios a las
divinidades del Imperio, Fructuoso y sus diáconos Eulogio y Augurio se
negaron a obedecer. En vista de su resistencia el gobernador dispuso que
fuesen quemados en el Anfiteatro. El obispo subió a la hoguera con
sereno continente, pronunciando estas palabras: "Es preciso que
tenga en mi pensamiento a la Iglesia Católica, derramada desde Oriente
hasta Occidente". Uno de sus discípulos nos ha conservado el
relato de su interrogatorio y de su muerte con una sencillez
maravillosa, digna de la grandeza del héroe. Es uno de los documentos
más venerables de la antigua Iglesia española.
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