No amemos de palabra y con la lengua,
sino con obras y de veras.
(1
Juan, 3, 18). Este santo preludió
ya en su infancia el papel de predicador y de pacificador que debía desempeñar
más tarde tan brillantemente y con tanto éxito. Predicaba a los niños de su
edad, los exhortaba a la piedad y a la virtud, y calmaba las disputas que surgían
entre ellos. Después de haber vivido edificantemente como sacerdote seglar,
entró en el convento de los Ermitaños de San Agustín, en Salamanca, y allí fue
notable por su humildad, su austeridad y su celo por la oración. Encargado en
seguida, del ministerio de la predicación, muy pronto renovó el aspecto de
Salamanca, dividida entonces en facciones encarnizadas unas contra otras. Murió el
11 de junio de 1479. MEDITACIÓN SOBRE EL AMOR
SANTO DE SÍ MISMO
I.
La caridad te obliga a amarte y a no hacer nada que te sea dañoso. Si te
amases, ¿no tratarías, acaso, de procurarte el mayor de todos los bienes? Pues
bien, ¿qué mayor bien para tu alma que la posesión de la gracia, primero, y
la de la eternidad bien aventurada, después? ¿Qué tirano podría causarte tanto mal como el que te haces cuando cometes un
pe cado mortal,
y aun un pecado venial, puesto que por este pecado venial deberás sufrir en el
purgatorio dolores incomparablemente más crueles que los de los mártires?
II. Ama a tu cuerpo, ámalo; pero procúrale
el mayor de todos los bienes, que es la gloria de que gozará después de su
resurrección, si ha sido fiel a Dios. Para obtener esta gloria, es preciso que
sufra durante esta vida. Cuerpo mío, ¿sabes tú de qué debes alegrarte? De
ser desgarrado, abrumado de dolores por Jesucristo. Si yo te amo, debo desear
verte mortifi cado, a fin de verte un día envuelto en gloria. El cristiano será glorificado en su carne, pero con la condición de que haya sido
mortificada por Jesucristo.
(Tertuliano).
III. ¿No es verdad, acaso, que no te amas?
Amas a tus placeres, a tus riquezas, a tu reputación; pero no amas ni a tu alma
ni a tu cuerpo. Amas a tus padres, a tus amigos, si tratas de hacerlos
virtuosos, pero, ¿te tomas gran trabajo por llegar a serlo tú mismo? ¡Ah! si
verdaderamente te amases, no rehuirías ninguna fatiga para merecer para tu
cuerpo y tu alma una gloria eterna. Cuando se ama, no se rehuye el trabajo: el amor impide que se sienta su peso.
El amor de Dios
Orad
por los que son llamados
a la vida religiosa.
ORACIÓN
Oh Dios, autor de la paz y amigo de la
caridad, que habéis dotado al bienaventurado Juan, confesor vuestro, de talento
admirable para reconciliar a los enemigos, haced, en consideración a sus méritos
y a su intercesión, que, consolidados en vuestra caridad, no nos dejemos
separar de Vos por ninguna tentación. Por J. C. N. S. Amén.
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