Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, allí donde Cristo está sentado a la diestra
de Dios.
(Colosenses,
3, 1). Los dos hermanos Marcos y
Marcelino, detenidos por cristianos, fueron atados y clavados por los pies a un
poste. Como los exhortara el juez a que tuviesen piedad de sí mismos y se
librasen de sus crueles tormentos, le respondieron: Jamás hubo para
nosotros banquete de delicias comparable al gozo que experimentamos al sufrir
por Jesucristo. ¡Plazca a Dios que estos sufrimientos duren tanto tiempo cuanto
estemos revestidos de este cuerpo corruptible!" Pasaron así un día y
una noche, cantando las alabanzas de Dios, hasta que, finalmente, atravesado el
corazón con un lanzazo, obtuvieron la corona del martirio, hacia el año 287. MEDITACIÓN
SOBRE LA VISTA DEL CIELO
I. Mira al cielo en la prosperidad: todos
los bienes de este mundo poca cosa te parecerán en comparación a la gloria
de los bienaventurados. Míralo en la adversidad y hazte la siguiente reflexión:
¿Por qué me asombraré de ser infeliz en este valle de lágrimas? En el
cielo solamente están los verdaderos bienes, las alegrías sin mezcla. Ningún dolor
sentirás,
ni en tu cuerpo ni en tu espíritu, en el cielo. (Tertuliano)
II. Pregunta a
los bienaventurados qué piensan ahora de las cosas de este mundo; consúltalos
en tus dudas. ¡Con cuánta lástima consideran ellos el afán que ponemos en correr tras los bienes que habrá que abandonar cualquier día!
¿Qué es la tierra para quien posee el cielo? (San Juan Crisóstomo).
III. Según San
Clemente de Alejandría, Dios ha dado al hombre un triple Decálogo: el primero
es la razón, que dicta al hombre lo que debe evitar; el segundo es la ley que
dio a Moisés; el tercero es la vista del cielo. En efecto, ¿quién podría,
durante una noche serena, contemplar el cielo sin amar y adorar a Aquél que lo
ha creado? ¿Se le puede ver, cuando está cargado de truenos y relámpagos, sin
temer a Dios y sin humillarse? ¿Se puede mirar los astros que lo decoran sin
menospreciar la tierra? Amar, adorar, temer a Dios, despreciar la tierra,
suspirar por el cielo, ¿no es, acaso, obedecer los preceptos del Decálogo? ¡Cuán
despreciable me parece la tierra cuando miro el cielo! (San Ignacio de
Loyola).
El pensamiento del paraíso
Orad por la conversión
de los cismáticos.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente,
que la intercesión de los bienaventurados mártires Marcos y Marcelino, cuyo
nacimiento al cielo celebramos, nos libre de todos los males que nos amenazan.
Por J. C. N. S. Amén.
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