Inocencio de Berzio, venerado
discípulo de San Francisco, hizo suya desde muy joven la máxima de San Lorenzo
Justiniano: "Debe humillarse el hombre ante Dios y vaciar su corazón de
la soberbia para rellenarlo con el don de la gracia".
Inocencio nació en la población de Valle de los Caminos, cerca de
Brescia, Italia, el 29 de marzo de 1844. Su familia era modesta y profundamente
cristiana. Su madre, mujer ejemplar enviudó cuando era joven y se hizo cargo de
la educación de su hijo pequeño, inculcándole los principios cristianos que
ella practicaba. A costa de grandes sacrificios pudo enviar al pequeño a la
escuela de los padres capuchinos en Brescia donde el futuro santo no tardó en
sobresalir por su mansedumbre, su modestia, cualidades que fueron el anticipado
anuncio de la santidad a la que había de llegar. Con éxito siguió los
estudios eclesiásticos a tal punto que sus superiores le asignaron el cargo de
maestro de novicios en una casa de formación de su orden. Al mismo tiempo se le
envió a terminar sus estudios superiores de teología al seminario de Brescia,
por consejo del obispo de la diócesis, Mons. Jerónimo Verzeri, quien admiraba
las virtudes del joven. Ya en el seminario, éste hizo de su propia santidad el
principal negocio de su vida.
El 2 de junio de 1867 recibió las órdenes sagradas y ejerció su
ministerio en la ciudad de Cevi hasta que fue enviado por sus superiores a
dirigir el seminario de Brescia, tarea que desempeñó con su acostumbrado celo.
Por poco tiempo desempeñó esta labor porque el obispo lo designó párroco
auxiliar en Brescia, un puesto en el que podía dar rienda suelta a su ferviente
caridad. Allí continuó haciendo el bien hasta el mes de abril de 1874, cuando
tomó el hábito de los Frailes Menores capuchinos en el convento de Nuestra
Señora de los Ángeles, cercano a Borno y adoptó el nombre de Inocencio de
Berzio. Un año más tarde hizo su profesión y, desde entonces, consagró toda
su actividad para ascender a las más altas cumbres de la santidad. En el
caritativo ejercicio de atender a los atacados por la peste, durante la epidemia
de 1889 se contagió del mal y en poco tiempo, el 3 de marzo de aquel año
entregó el alma al Señor en la misma región que le vio nacer.
Síntesis de la biografía del Beato Inocencio
tomada de las Litterae Apostolicae del 12 de noviembre de 1961; Acta Apostolicae
Sedis, vol. LIII, pp. 803 ss.
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