En tiempos de Diocleciano,
Hermón, obispo de Jerusalén envió misioneros al Quersoneso para que
anunciaran el Evangelio.
Los primeros misioneros fueron Efrén y Basilio, después Agatodoro,
Elpidio, etc. Efrén fue a Escitia; Basilio se presentó en el Quersoneso, de
donde se le expulsó; pero luego fue llamado de nuevo. Ahí se dice que resucitó
a un muerto y convirtió a toda una familia. Pero los judíos provocaron una
sedición y fue martirizado. Los demás sufrieron la misma suerte al año
siguiente. Era el 6 de marzo, pero se duda del año exacto; parece que fue el
300.
Pasaron muchos años. Eterio llegó, a su vez de Jerusalén y
tropezó con la obstinación de aquélla población. Marchó a Bizancio y obtuvo
del emperador Constantino que todos los paganos fueran expulsados del
Quersoneso. Pero al regresar de un segundo viaje a Bizancio para
agradecer al emperador, fue asesinado por unos impíos.
Los cristianos del Quersoneso obtuvieron de Constantino un nuevo
obispo en la persona de Capitón, quien hizo nuevas conversiones y murió en
paz, el
22 de diciembre.
Según algunos, también Efrén había muerto con Basilio. En
cuanto Néstor y Arcadio, que el Martirologio Romano junta a los siete obispos
precedentes, forman un grupo aparte: fueron enviados a Chipre y, es posible que
no alcanzaran el martirio.
En la Iglesia griega, el oficio de estos siete obispos está señalado
para el día 7 de marzo. El martirio de los seis primeros tuvo lugar un 6 de
marzo aunque no del mismo año; el menologio del cardenal Sirlet los sitúa el 4
marzo y Baronio se informó en él, equivocadamente. Tamayo de Salazar, al
reivindicarlos para España, se dejó influir torcidamente por el pseudo Dexter
que, en su crónica, vincula a los nueve obispos a una ciudad española llamada
Cherronesus.
Acta Sanctorum, 4 de marzo, con un
comentario explicativo.
|