Victoria Eulalia Jacqueline Viel, que un día sería
superiora general de las Hermanas de las Escuelas Cristianas, nació en el
pueblecito normando de Val-Vacher. Era la octava hija de un agricultor y su
instrucción se redujo a siete años de escuela primaria, en la ciudad de
Quettehou. La beata era seria y tímida por temperamento. Hasta los diecisíete
años, vivió la existencia tranquila y ordenada de una hija de agricultor,
encargada de hacer casa a su hermano. A esa edad fue a visitar a una tía suya,
que era religiosa en el convento de Santa María Magdalena Postel, en
Saint-Sauveur-le- Vicomte. La visita impresionó tanto a la joven, que decidió
ingresar en la comunidad. Fue admitida y tomó el nombre de Plácida.
La madre Postel, que tenía ya ochenta años, vio en la joven
religiosa a una sucesora ideal para el gobierno de la congregación. Así pues,
cuando Plácida terminó sus dos años de noviciado, asistió a unos cursos
intensivos en la escuela normal de Argentan y después fue nombrada profesora en
un pensionado. Al mismo tiempo, la santa fundadora la iba iniciando en los
deberes y responsabilídades de la administración y aun la mandó a abrir
algunas nuevas casas. A los cinco años de vida religiosa, Plácida fue nombrada
maestra de novícias, pero bien pronto tuvo que dejar el cargo para ir a París
a reunir fondos para la restauración de la iglesia en la abadía de
Saint-Sauveur y a arreglar otros asuntos de importancia.
Santa María Magdalena Postel murió el 16 de julio de 1846. El capítulo
general de las Hermanas de las Escuelas Cristianas escogió a Plácida para
sucederla. La hermana María, su tía, esperaba ser elegida y, aunque la nueva
superiora le dio mucha autoridad y responsabilidades, la hermana María, que ya
desde antes se había mostrado hostil a su sobrina, obstaculizó mucho el
gobierno de la madre Plácida durante los diez años siguientes. Para evitar esa
dificultad, la beata residía el menor tiempo posible en la casa matriz y,
mientras vivió su tía, gobernó la congregación "desde los abruptos y
tortuosos caminos y senderos del centro y el oeste de Francia." En efecto,
durante esa época, beata viajó mucho por Francia para recoger fondos y
visitar los conventos de la congregación, que crecía rápidamente. Trabajó
con particular empeño por obtener la la aprobación oficial de la
congregaciónbación oficial de la congregación. Las negociaciones fueron muy
laboriosas y en una ocasión, la beata tuvo que hacer un viaje secreto a Viena
para ver al condende de Chambord.
La madre Plácida fue superiora general durante treinta años y la
congregación prosperó mucho bajo su gobierno; se multiplicaron los
orfanatorios, las casas de cuna, los talleres y las escuelas primarias
gratuitas. Una de las más famosas fundaciones fue el orfanatorio del Sagrado
Corazón de María, en París, donde en 1877, había ya 500 niños. La beata
pudo también llevar felizmente a término la reconstrucción de la gran iglesia
de la casa matriz, emprendida por la fundadora. El cardenal Guibert, arzobispo
de Burdeos, hablando de la situación de Francia en 1870, aplicó a la madre
Plácida lo que se había dicho de la Beata Ana Javouhey: "Sólo conozco
a una persona capaz de restablecer el orden en Francia: la madre Plácida, del
convento de Saint-Sauveur-le-Vicomte". La impresión que dejan la vida
y las realizaciones de la beata es la de que fue una religiosa de gran
encanto personal y buen humor, serenamente decidida a hacer por las niñas lo
que San Juan Bautista de la Salle había hecho por los niños. Durante su
gobierno, se abrieron en Normandía treinta y seis colegios para niñas pobres y
se suprimió como libro de lectura "Les ordonnances de Louis XIV."
La vida de la beata fue muy sencilla en todos sentidos. No tuvo
pruebas espirituales especiales ni gracias místicas. Sin embargo, no faltaron
algunos hechos milagrosos, que ella atribuía a la intercesión de la madre
Postel por cuya beatificación trabajó mucho. Su muerte ocurrió el 4 de marzo
de 1877, cuando tenía sesenta y dos años de edad. Plácida Viel fue
beatificada en 1951. Bajo su gobierno, el número de conventos de la
congregación aumentó de treinta y siete a ciento cinco y el número de
religiosas, de ciento cincuenta a más de mil.
Ver D. Meunier, Une
gerbe de merveilles (1931); L. Canuet, Bonne Mere Placide (1925),y la
biografía escrita por P. de Crisenoy (1943). En inglés, ver Bd. Placide
Viel, de S.C. Cf. también las biografías de Santa María Magdalena
Postel.
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