El bienaventurado Nicolás Factor nació en Valencia de
España, de padres humildes y piadosos. Desde muy niño comenzó a ejer
citar la caridad con los enfer
mos, porque hallando a la edad
\le diez años, a la puerta del hospital de San Lázaro a una pobre mujer cubierta de asquerosa
le
pra, con gran devoción se hincó
de rodillas a sus pies y le be
só las llagas. Preguntóle otro niño cómo no
tenía asco de poner los labios en
cosa tan asquerosa. No he besa
do, respondió el santo niño, las
llagas asquerosas de esta pobre
cita, sino las llagas preciosas y amabilísimas de Jesucristo. Cre
ciendo en edad; salió muy aven
tajado en las letras humanas, escribía san tas poesias en lengua latina y
castellana, tañía varios instrumentos, cantaba con voz excelente, y pintaba con
singular habili dad imágenes de Cristo y de su Santísima Madre. Cuando su
padre pensaba casar
le, nuestro Señor le llamo para su servi cio en el convento de Santa María de
Jesús que está a un cuarto de hora de
la ciudad de Valencia. No hubo religioso alguno entre aquellos hijos de san Francisco que no se
mirase en él como en un espejo de perfección. El Señor le
glorificaba aún en el púlpito con raras y estu pendas maravillas, porque casi siempre que predicaba se arrobaba
con éxtasis se ráficos elevándose
algunas veces su cuer po en el aire sin tocar con los pies en el suelo, y después
que volvía en si, prose guía el sermón tomando el hilo del discur so,
donde lo había dejado. Y no sólo pre dicando gozaba el siervo de Dios de
estas delicias divinas, sino también cele brando el divino sacrificio,
dando la Co munión, conversando de cosas santas, en su celda; en el confesionario, en las públicas
procesiones,de suerte que por muchos años fue casi todos los días y por vailas veces elevado en
éxtasis, que
algunas veces duraban horas enteras. Transfórmábasele entonces el semblante,
popiéndosele
muy encendido y hermoso, despidiendo a veces rayos de luz, y ardiendo sus carnes
como ascua. Predicando en Barcelona se elevó de la tierra más de un palmo en
presencia de un concurso numerosísimo. Visitaba en Valencia con singular afición
el hospital de San Lázaro; allí limpiaba a los lepro sos y los lavaba con aguas odoríferas, les daba de
comer, les hacía las camas, los desnudaba y ponía en ellas, y con gran devoción les besaba
las llagas puesto de rodillas. Finalmente, después de una vida llena de
maravillas y prodigios de caridad y penitencia, expró pronunciando el dul císimo
nombre de Jesús, a la edad de se senta y tres años. Quedó su sagrado ca
dáver flexible y exhalando suavísima fra gancia durante los nueve días, en
que estuvo expuesto para satisfacer a la devo ción de los fieles, como consta
por el tes timonio de jurídico reconocimiento. Diéronle sepultura en un
lugar señalado, y en vista de los continuos prodigios que dispensaba Dios a los
que imploraban su patrocinio, el sumo Pontífice Pío VI le declaró beato en
el año 1786.
REFLEXIÓN
Este serafín extático ofrecía muchas veces,
como otros muchos santos, un magnífico argumento de la divinidad de nuestra
fe. Porque ningún hombre de sano juicio puede poner en duda sus arro bamientos
y elevaciones, pues semejantes maravillas eran públicas, repetidas, sensi bles
y manifiestas a los ojos de un nume roso concurso. Pues, ¿quién podría
mirar cómo el cuerpo del santo se levantaba de la tierra y quedaba suspenso
en el aire cercado de celestes resplandores, sin echar
de ver hasta con los ojos una brilláhtísi ma prueba de nuestra Religión
celestial?
ORACIÓN
Oh, Dios, que encendiendo con el fuego inefable
de
tu caridad al bien aventurado Nicolás tu confesor, hiciste que. te siguiese con puro corazón, concé denos a tus
siervos, que llenos del mismo espíritu,
y ardiendo en caridad, corramos sin tropiezo por el camino de tus manda
mientos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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