Juan de Valleumbrosa, natural de Florencia, entró en el monasterio de la Santísima Trinidad en su ciudad natal. Era un hombre muy inteligente y
pasaba estudiando muchas horas del día y de la noche. En el curso de sus estudios se interesó en la magia y empezó a practicarla en secreto, cosa que le precipitó a una vida de vicio y depravación. Enterado el abad de
Valléumbrosa, le obligó a comparecer ante una comisión de monjes y le acusó formalmente. Juan empezó por mentir, negando que hubiera practicado la magia; pero, ante las pruebas irrecusables, no tuvo más remedio que declararse culpable. En castigo fue condenado a varios años de prisión.
Cuando salió de la cárcel, apenas podía caminar, pero estaba sinceramente arrepentido. El abad y los monjes se mostraron dispuestos a recibirle con los brazos abiertos, pero Juan prefirió abrazar la vida de soledad que había llevado en la prisión. "En mi larga y oscura vida de prisión, dijo, he aprendido que nada hay mejor ni más santo que la soledad; en ella quiero continuar
aprendiendo las cosas divinas y perfeccionándome. Ahora que estoy libre de las cadenas, quiero aprovechar bien el tiempo, con la ayuda del Señor."
Autorizado por su abad, abrazó la vida eremítica. Pronto corrió la fama de que era el más destacado de los solitarios de su patria, tanto por su santidad, como por su ciencia. Sus cartas y tratados, escritos unos en latín y otros en su idioma natal, corrían de mano en mano y eran tan apreciados por su contenido, como por la elegancia de su lenguaje. Parecía que el beato tenía un don de Dios para tocar los corazones más endurecidos y explicar los puntos más oscuros de la
Sagrada Escritura.
El "ermitaño de las celdas",
como le llamaba el pueblo, vivió hasta edad muy avanzada y gozó de la
amistad y estima de Santa Catalina de Siena. Escribiendo a Barduccio de
Florencia después de la muerte de la santa, el Beato Juan afirmaba que
Catalina se le había aparecido cuando él se hallaba llorando su
fallecimiento y que le había consolado con la visión de la gloria de que
disfrutaba en el cielo.
Existe una corta biografía de Andrés de Strumi, publicada en Acta
Sanctorum, marzo, vol. 11, 3a. edic., pp. 49-50. Cf. Zambrini, Opere
volgari a stampa dei seco 13 e 14,
pp. 238, 263-264, etc.
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