Los padres de San Leobino eran campesinos
que vivían cerca de Poitiers, y desde niño lo pusieron a trabajar en los
campos. Como todos los niños, estaba ansioso por aprender. Su sed de
conocimientos, que aumentó con los años, lo llevó a un monasterio
-probablemente Noailles-, donde lo empleaaron en trabajos domésticos. Su trabajo
le ocupaba todo el día, y se veía obligado a hacer la mayor parte de sus
estudios durante la noche, ocultando la lámpara lo mejor que podía, pues los
monjes se quejaban de que
la luz perturbaba su sueño. Debido a su humildad y perseverancia,
progresó en sus conocimientos religiosos hasta ocupar un sitio de honor en la
casa. Sin embargo, por sugestión de San Carilef, Leobino buscó al ermitaño
San Avito, quien le recomendó que continuara en el monasterio un poco más y
que luego regresara con él, a Le Perché.
Después de salvar algunos contratiempos, Leobino fijó su
residencia en
una abadía cercana a Lyon, durante cinco años. Estalló la guerra entre francos y borgoñones; el monasterio fue invadido y los monjes huyeron,
quedándose tan sólo Leobino y un anciano. Los invasores interrogaron a éste último
para descubrir el sitio donde ocultaban los tesoros. El anciano les dijo que su
compañero Leobino lo sabía y en seguida se apoderaron del santo. Como no lograron obtener ninguna información, lo torturaron ligando su cabeza con una
cuerda. Luego lo ataron de los pies y lo sumergieron repetidas veces en el río;
pero como tampoco obtuvieron resultados positivos, lo dejaron ahí para que se
ahogara. Sin embargo, Leobino se salvó y, con dos compañeros regresó
a Le Perché, donde San Avito lo recibió en su monasterio. Al morir éste,
Leobino volvió a vivir como un ermitaño. El obispo Aetherios, de Chartres, lo
nombró abad de Brou y lo consagró sacerdote. Parece haber encontrado sus
responsabilidades demasiado pesadas y anhelaba dimitir de su cargo y
convertirse en un simple monje en Lérins, pero San Caesarius, a quien su propio
obispo había enviado para avisarle, le dijo que volviera a Brou y que no dejara
a su gente como ovejas sin pastor. Obedeció, pero poco después de su regreso, lo nombraron
sucesor de Aetherius en Chartres. Hizo varias reformas y continuó siendo muy
famoso por sus milagros. Tomó parte en el quinto Concilio de Orleáns y en el
segundo de París. Murió el 14 de marzo, más o menos en el año 558, después
de una enfermedad prolongada.
La antigua vida de San Leobino ha sido editada por
B. Krush en MGH., Auct. Anti. quiss, vol. IV, pt. 2, pp. 73-82, como un
suplemento de los trabajos de Venacio Fortunato, quien durante un tiempo se creyó
que era su autor. Fray A. Poncelet considera que la biografía, tal como se
encuentra en la actualidad, no puede remontarse a más de la mitad del siglo
XIX. Véase la Analecta Bollandiana, vol. XXIV (1905), pp. 25-31 y p. 82.
Cf. Fastes Episcopaux vol. II, p. 422, y el Acta Sanctorum, marzo,
vol. II.
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