El admirable varón san Abraham, cuya vida nos dejó
escrita san Efrén, nació en las cercanías de Edesa en la Mesopotamia, de
padres muy ricos, los cuales .le amaban tiernísimamente, y fue tanta la
instancia que le hicieron para que se casase, y tantas las lágrimas que
derramó la madre, que sólo por no contristarlos dijo que se casaría. Preparáronse
las fiestas y bodas, y habiendo durado seis días el regocijo, el séptimo, al
tiempo que toda la casa estaba ocupada en convites, músicas, bailes y danzas,
salióse Abraham secretamente de ella y fue a encerrarse en una gruta que
distaba a más o menos una legua del lugar. Halláronle allí al cabo de diecisiete días,
y el santo habló a sus padres con tanto espíritu de Dios, que hasta recabó
de su esposa que consintiese en una perpetua separación. Todo cuanto poseía en
la tierra era una túnica de pelo de cabra, un manto, una escudilla para comer y
beber, y una estera de juncos para acostarse. En esta vida había pasado ya
algunos años cuando el obispo de Edesa le mandó que se ordenase de
sacerdote y evangelizase una población de gentiles muy obstinados que había en
la diócesis. Tres años gastó el santo en la obra de convertirlos: le
apedrearon, le dejaron por muerto, le arrastraron tres veces por las calles;
pero finalmente se rindieron, y se echaron .a sus pies para que les bautizase.
Volvióse después Abraham a su antiguo encerramiento, y en esta sazón una
sobrina suya llamada María quedó huérfana a los siete años de su edad, y la
llevaron al santo; el cual la puso en una celda inmediata a la suya y allí por
una ventanilla la instruía en las cosas de Dios. Pero como a los pocos años
de su recogimiento viniese la doncella a perderse por la tentación de un mozo
que en hábito de monje fue a visitar al santo, en lugar de arrepentirse de su
pecado, se fue a una ciudad, que estaba de allí a dos jornadas, y con hábito de seglar, galano y lascivo se
entró en un mesón para perderse del
todo. Tuvo Abraham revelación de la caída de su sobrina, y deseoso de sacar aquella alma de las
garras del dragón infernal y restituirla a Jesucristo, buscó un caballo, y
vestido de soldado, se fue a la ciudad y al mesón donde
María vivía, a la cual habló con tan tiernas palabras, que compungida y llena
de confusión se deshizo en lágrimas, Sin osar mirar la cara de su tío. «No
te desesperes, hija, -le dijo el santo- porque no hay llaga tan
incurable que con la sangre de Cristo no se pueda curar.» Volvió luego María a su antigua
morada, donde se dio de tal suerte a la penitencia, que fue un perfecto retrato de la
santidad de su tío, y finalmente compañera de su gloria en su dichoso tránsito.
REFLEXIÓN
Esta es la vida de san Abraham anacoreta, en la
cual es digna de notarse aquélla fina y encendida caridad del Señor que le
abrasó de manera, que le hizo tomar hábito contrario a su estado a trueque de
sacar el alma de su sobrina del cautiverio del demonio y ganarla para Cristo; y
no menos se ha de admirar el fin de María penitente, para que los pecadores no
desmayen ni desesperen, antes tomen por espejo a la que habiendo caído por su
flaqueza, por el favor de Dios nuestro Señor se levantó y cobró la gracia que
había perdido. Pues sabemos que lloró tan amargamente sus pecados, que no sólo
mereció alcanzar perdón de ellos, mas también la gracia de hacer milagros, en
tes timonio de habérselos perdonado el Señor.
ORACIÓN
Oh Dios, que cada año nos alegras con la fiesta, de tu
confesor .el bienaventurado Abraham, danos tu gracia para que celebrando la
nueva vida de que goza en la gloria, imitemos sus, virtuosas acciones en la
tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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