Hilario de Aquilea fue educado desde su
infancia en el cristianismo. Renunció al comercio con el mundo para dedicarse
al estudio de las Sagradas Escrituras. Fue ordenado diácono y, más tarde, a instancias
de sus compatriotas cristianos, fue consagrado obispo. Gobernó con sabiduría y
prudencia a su rebaño. Él fue quien ordenó diácono a un discípulo suyo, por
nombre Taciano, para que le ayudara en su ministerio. El césar Numeriano promulgó un edicto que obligaba a los
cristianos a adorar a los ídolos. Estuvo encargado de su ejecución Beronio,
prefecto de la ciudad. A instigación de un tal Monofanto, sacerdote de los ídolos,
Hilario y su diácono Taciano fueron los primeros que comparecieron ante el
prefecto. Se les hizo saber que debían obedecer a las órdenes del emperador.
-"Desde mi infancia, dijo Hilario a
Beronio, he aprendido a sacrificar al Señor, al Dios Vivo y adoro sin cesar a
Jesucristo su Hijo. Pero a los demonios vanos y ridículos que llamáis dioses y
no lo son, no les ofrezco sacrificio alguno".
En vano trató Beronio de dominarlo con
amenazas; no surtieron éstas el menor efecto. Sin ningún resultado tampoco,
condujo a Hilario ante la estatua
de Hércules en su templo suntuoso. El obispo no tuvo más que desprecio y
desdén por esos dioses hechos por mano de hombres y que no podían hablar
ni caminar.
Entonces, Beronio lo hizo despojar de sus
ropas y azotar con varas. Después mandó que lo extendieran en el caballete y
que destrozaran sus costados con garfios hasta que aparecieran las entrañas.
Hilario no cesaba de cantar himnos al Señor en medio del suplicio. Beronio
ordenó que se multiplicaran y variaran los suplicios. Después lo encerró en
una prisión para aplicarle más
tormentos aún.
Al día siguiente, denunciaron ante el
prefecto a Taciano, el diácono del obis- po Hilario. Taciano tuvo que
comparecer ante Beronio, pero todas las tentativas para hacerle sacrificar a los
dioses fueron igualmente infructuosas. Los mismos tormentos aplicados a Hilario,
fueron renovados en su persona. Cuando se reunió con Hilario en la prisión, éste
le saludó con alegría y los dos oraban juntamente al Señor para que
confundiera a los que adoraban a los ídolos.
Una terrible tormenta se desencadenó en la
ciudad e infundió espanto a los paganos de Aquilea. Muchos murieron de la sola
impresión. El templo de Hércules se derrumbó hasta los cimientos. Beronio dio
orden de decapitar a Hilario y a Taciano, a petición de los sacerdotes de los
ídolos. Con ellos fueron inmolados otros cristianos que también habían sido
detenidos por el nombre de Cristo. Se llamaban, Félix, Largo y Dionisio. Todos
murieron el
Al día siguiente, el clero y los fieles
consiguieron autorización para recoger sus cuerpos y enterrarlos con honores
fuera de los muros de la ciudad.
En los manuscritos del Martirologio Jeronimiano se
encuentran sólo los nombres de Hilario y Taciano. Este último nombre se
encuentra en diversas formas: Taciano, Casi ano, Daciano.
Las Actas de estos mártires que vienen en el Acta
Sanctorum del 16 de marzo, están consideradas como leyenda y de una época
muy posterior.-P. Allard, Hist, des perséc., vol. XII p. 229.
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