San Zacarías, griego de origen,
era monje benedictino. El territorio de la Iglesia era sometido a
constantes vejaciones e incursiones por parte de las tropas lombardas. Zacarías
no podía esperar contar con la ayuda ni del emperador , Artabardo, que se
desentendía de Italia, ni de los Francos, enmarañados en problemas
relacionados con la sucesión tras la muerte de Carlos Martel.
No tuvo más remedio entonces que enfrentar a Liutprando. Consiguió
reconciliarse con él y, durante un memorable banquete, celebró un pacto de
veinte años de paz. Hizo una verdadera obra maestra. Liutprando dio a Zacarías
nuevos territorios, además de los ya concedidos en el pasado.
Pero la habilidad política del Papa Zacarías tuvo mayor alcance que este
primer éxito. Hizo otra obra maestra. La oportunidad se la dio el mismo
Liutprando y su sucesor Astolfo, quienes una vez más no respetaron los acuerdos
e invadieron la Pentápolis y Rávena. Los Lombardos no eran pues de confiar.
Zacarías, que buscaba un aliado seguro para defender los territorios de la
Iglesia, pensó en los Francos y en Pipino el Breve, que de hecho administraba
el Estado franco, aun si haber sido consagrado rey.
El rey legítimo era Childerico III a quien Pipino había jurado
fidelidad. Pipino quería suplantar a Childerico, pero era atormentado por las
dudas. Acudió al Papa formulándole la pregunta: que si era justo desautorizar
a su propio rey y ocupar su puesto, dando así comienzo a una nueva dinastía.
Zacarías le quitó de dudas contestándole que era preferible que el título de
rey perteneciera a quien efectivamente tenía el poder, y no a quien lo había
perdido. Con esto aprobaba su coronación.
Zacarías obtuvo un doble resultado: encontró en seguida un aliado
válido y de confianza, e instauró una tradición que se renovaría a lo largo
de los siglos, por lo que a partir de este momento el papa se convertía en árbitro
casi incuestionable de la política europea. Zacarías murió poco tiempo después
y fue enterrado en las Grutas Vaticanas.
|