Durante el reinado de Diocleciano, el Papa
San Cayo estuvo grandemente preocupado por la seguridad de los cristianos en
Roma.
Cástulo, un celoso cristiano que era camarero del emperador, se
ofreció; a arreglar todo lo necesario par que se tuvieran servicios religiosos
en el mismo palacio del emperador, ya que este lugar no se prestaba para
investigación alguna; y aún más, Cástulo albergó; a los cristianos en su
propia casa, adjunta al palacio y les procuró; un lugar para sus
reuniones. No contento con servir así; a la Iglesia, él y su amigo
Tiburcio recorrieron Roma convirtiendo hombres y mujeres al cristianismo y llevándoles
ante el Papa para que fueran bautizados. Posteriormente fue traicionado por un
apóstata cristiano llamado Torcuato. Llevado ante Fabiano, prefecto de la
ciudad, fue cruelmente atormentado y después arrojado a un foso cubierto con
arena. Un cementerio y una iglesia en la Vía Labicana llevan el nombre de San Cástulo.
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