El nombre de Simón
Fidati ha llamado mucho la atención, debido a que ciertos documentos
sobre ascética, escritos en el más puro toscano del trecento, que
tradicionalmente se atribuían al dominico Cavalca, han sido reconocidos como
obra del agustino Simón, su contemporáneo, por el contenido interno. El caso
es muy obscuro. No hay testimonio manuscrito que lo apoye, y aun los defensores
de Fidati reconocen que si éste proporcionó las ideas en latín, su discípulo
y biógrafo, Juan de Salerno, les dio su forma actual, reeditándolas en el
lenguaje del pueblo. Más notable aún es el argumento presentado por A. V. Müller
de que muchos de los principios más característicos en la enseñanza de Lutero
se derivaron del volumen que publicó Fidati, titulado De gestis Domini
Salvatoris. La obra se imprimió por prímera vez en Estrasburgo en 1480, y
siendo el trabajo de un colega agustino es muy pro bable que cayera en manos de Lutero. Ciertamente hay que admitir que el
Beato Simón tenía algunos puntos de vista teológicos que expresaba con
descuido y que con facilidad se prestaban a ser mal interpretados. Además es
claro, como consta por la corta biografía de su adicto discípulo Juan de
Salerno que Fidati fue muy criticado por sus contemporáneos y que inclusive
algunos no dudaron en llamarlo hipócrita.
Sabemos muy poco de los detalles de su vida. Hasta el sumario
presentado a la Congregación de Ritos, cuando se pidió en 1833 una "confirmatio
cultus", tuvo que dejarse, pues en su mayor parte contiene vagas
generalidades. Debe haber nacido alrededor de 1295, en Cascía, en Umbría, y se
dice que en su juventud estuvo bajo la influencia de Angelo Clareno, cuyo espíritu
intransigente parece haber compartido. Ingresó con los frailes agustinos. El
curso de sus estudios ha de haber sido breve, pues su carrera como predicador
comenzó aproximadamente en 1318. No hay duda de que poseía dones muy notables,
tanto de naturaleza como de gracia. Su biógrafo cuenta cómo, cuando Simón
estaba trabajando en su gran obra De gestis Domini, lo había visto
escribir folio tras folio sin hacer pausa, como quien garrapatea una carta a algún
amigo. En los primeros años de su predicación, había llevado una vida
sumamente austera, pero conforme tuvo más edad, vio que era necesario ser más
discreto en sus mortificaciones corporales. Se dice que por regla general
predicaba sin ninguna preparación, dejando al Espíritu de Dios que le
inspirara lo que debía decir. Sin embargo, esto lo hacía no por ahorrarse
trabajo, sino debido en gran parte al hecho de que cuando estaba ocupado en
alguna gran misión predicando, en ocasiones tenía que escribir de una sola vez
treinta y hasta cuarenta cartas a penitentes y otras personas, tarea que le
llevaba la mejor parte de la noche. Juan de Salerno, su compañero cotidiano por
diecisiete años, nos dice todo esto con tanta seriedad, que nos convence de su
verdad.
Simón censuraba sin miedo a los Transgresores, y trataba a muchos,
aun a los que buscaban su amistad, con inflexible dureza, pero dice su biógrafo
que era curioso el efecto, pues sucedía que en muchos casos con eso los atraía
más. Era como un imán entre limaduras de hierro. Se ingeniaba para evadir todo
cargo de autoridad dentro y fuera de su orden, y cuando un amigo íntimo que tenía
influencias consiguió que lo nombraran para una sede episcopal, lo trató con
tanta severidad, que aquél nunca se atrevió a mencionar el asunto otra vez. A
pesar de tener tanto éxito como predicador, y haber tomado parte en la vida pública
de Perugia, Florencia y Siena, el Beato Simón prefería una vida de soledad
dedicada a la oración y a estar entre sus libros. Fuera de esto, parece que
tuvo especial interés por redimir a las mujeres caídas, para las cuales fundó
una casa-asilo, y en proteger a las jóvenes, a quienes el 2 de febrero de 1348,
como fruto de sus esfuerzos caritativos, se les proporcionó un refugio
semejante. Parece que muiró en Florencia, aunque no sabemos con certeza el
sitio.
El único material de algún
valor sobre la vida del beato Simón es el que se halla en el volumen de Fr.
Nicola Mattioli, Il 8. Simone Fidad da Cascia (1898), que trae
varias cartas de Fidati, lo mismo que la biografía por Juan de Cremona. El
compilador del sumario impreso para la Congregación de Ritos en 1833, parece
que no estaba perfectamente entera- do de los hechos de su historia. Cf. también
A. d' Ancona y O. Bacci, M anuale delta letteratura italiana (1904), vol.
1, pp. 405-407; y A.V. Müller. Una Fonte ignota del sistema di Lutero (1921).
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