Nació en Portugal en el año 1647. Siendo muy niño enfermó
gravemente y su madre lo encomendó al gran misionero San Francisco Javier y el
niño curó milagrosamente. En recuerdo de este notable gran favor, toda la vida
deseó ser un fiel imitador de San Francisco Javier.
A la edad de 15 años pidió ser admitido en la Comunidad
de los Padres Jesuitas. Sus familiares se le oponían fuertemente porque eran
ricos y muy amitos de los más altos empleados del reino y esperaban para Juan
muy honrosos puestos oficiales. Pero el joven insistió fuertemente y al fin
consiguió el permiso de hacerse religioso jesuita.
En los estudios del seminario brilló por su gran
inteligencia y por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio.
Una vez ordenado sacerdote, recibió del rey y de muy altas personalidades la
petición de que se quedara en Portugal, pero él, deseando imitar a San
Francisco Javier pidió y obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16
compañeros emprendió el larguísimo viaje por mar.
Desde 1673 hasta 1693, por veinte años estuvo misionando
incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se dedicó a
las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la
India.
Fueron casi increíbles los trabajos y dificultades que se
le presentaron en este inmenso país, el cual recorrió por miles de kilómetros,
a pie, evangelizando. Sus compañeros dejaron escritos en sus cartas datos muy
impresionantes acerca de los sacrificios tan intensos que el gran misionero tuvo
que padecer. Pero el número de conversiones que consiguió fue también
sumamente numeroso consolador.
Los escritos de ese tiempo narran cómo era el
comportamiento de este misionero. Dicen así: "Todo lo que era
caballerosidad y generosidad, trataba de cumplirlo. Su salud era sumamente débil
y las fiebres palúdicas lo atacaban muy frecuentemente y lo llevaban a las
puertas de la muerte, pero él seguía trabajando como si no estuviera
sufriendo. Los sacerdotes de las religiones de estas tierras eran muy fanáticos
y atacaban sin piedad al pobre de Britto y a sus cristianos. Muchas veces lo
echaron a la cárcel y le hicieron padecer feroces torturas".
Una vez lo colgaron de los brazos en un árbol, y otra lo
echaron a un hondo pozo para ver si se ahogaba. Pero después de que lo
atormentaban el Padre Britto se restablecía de manera que parecía casi un
milagro. Volvió a Europa a conseguir ayuda para sus misiones, y aunque el
gobierno y muchos amigos le aconsejaban que se quedara en Portugal en honrosos
cargos, él dispuso volver a la India, a imitar a su santo Patrono San Francisco
Javier, que gastó su vida y sus energías en obtener que los habitantes de la
India se convirtieran al cristianismo.
Y resultó que convirtió al cristianismo a un jefe hindú
que tenía varias mujeres y éste se propuso no tener en adelante sino una sola
esposa, como lo manda nuestra santa religión.
Y entonces una de las antiguas concubinas de aquel hombre, para vengarse del santo misionero y le inventó graves calumnias y obtuvo
que fuera condenado a muerte.
Lo llevaron a la cárcel y desde allí escribió a sus
superiores en Roma: "Con alegría y gran esperanza espero la muerte. Mi
gran deseo ha sido siempre morir mártir por Cristo Jesús. Morir mártir es la
recompensa más preciada por los trabajos que he logrado hacer por la
evangelización. Morir mártir es lo que le he pedido muchas veces a Dios en mis
oraciones".
El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para
ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar
doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país. El
gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía miedo de
ordenar semejante crimen. Pero al fin movido por los fanáticos enemigos del
cristianismo mandó que le cortaran la cabeza.
Al saber la noticia, el rey de Portugal mandó celebrar
solemnísimas honras fúnebres en honor del santo mártir, y a esas ceremonias
asistió la madre del gran misionero, no de luto, sino con sus
mejores adornos de fiesta, porque estaba convencida de que su hijo se había ido
a recibir en el cielo la corona de gloria preparada para los que en la tierra se
declaran amigos de Cristo hasta la muerte.
ORACIÓN
San Juan Britto, te suplicamos por todos
los misioneros del mundo y por todos los países que todavía no conocen a
Cristo, para que muy pronto acepten la verdadera y más santa religión que es
la Católica, apostólica romana. Por J. C. N. S. Amén.
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