Primogénito de once
hijos del matrimonio español formado por Don Alonso de las Casas y Doña
Antonia Martínez, Felipe nació en la Ciudad de Méjico el 1º de mayo
de 1572. Su pila de Bautismo se conserva en la Catedral Primada
Metropolitana de Méjico.
Por corto tiempo fue novicio del Convento Franciscano de
Santa Bárbara, en Puebla. Sus padres lo mandaron a las Islas Filipinas
con caudal para comerciar, sobre todo en el ramo de la joyería y la
platería.
Luego de profundas meditaciones para discernir el llamado
de Dios, entró al Convento de Santa María de los Ángeles de
Religiosos Descalzos Franciscanos, en Manila, donde fue modelo de
observancia, austeridad, modestia, servicio y caridad. Profesó el 22 de
mayo de 1594 con el nombre de Felipe de Jesús.
Al no haber Obispo entonces en aquellas tierras, le fue
concedido trasladarse a su Patria para recibir el Sacerdocio y se embarcó
al 12 de julio de 1596 en un galeón llamado “San Felipe “; pero a
dos semanas de navegación, un tifón hizo zozobrar al navío, que
encalló en el Puerto de Hurando, Japón. Ahí sufrió cárcel, hambre y
vituperios de los gentiles. A varios religiosos franciscanos, agustinos
y jesuitas, así como a laicos catequizandos, se les obligó a caminar
por 30 días desde Meaco a Nagasaki, previa la mutilación de una oreja.
26 cruces fueron dispuestas en la Colina de Nagasaki aquel
5 de febrero de 1597. El joven criollo mexicano abrazó la suya y la
bendijo con lágrimas de alegría y ansiedad. Fue el primero en expirar,
clamando por tres veces el Santo nombre de Jesús.
Estos son los 26 mártires de Nagasaki:
1. San Francis, carpintero de
Kyoto, resuelto y fiel, quién insistió en seguir a los mártires hasta que él
mismo fue arrestado y unido al grupo. Algunas de las crónicas lo llaman
Adautus, debido a un caso similar en la iglesia primitiva.
2. San Cosmas Takeya, fabricante
de espadas de Owari. Fue bautizado por los jesuitas y trabajó como catequista
con los franciscanos en Osaka.
3. San Peter Sukejiro, un hombre
joven de Kyoto, enviado por el Padre Organtino para cuidar a los mártires en su
camino a Nagasaki. Su devoción al deber le aseguró la gracia de unírseles.
4. San Michael Kozaki, un nativo
de Ise, de 46 años y fabricante de arcos. Él ya era cristiano cuando se
encontró con los frailes y su habilidad como carpintero era una gran ayuda para
la construcción de los conventos franciscanos y las iglesias de Kyoto y Osaka.
Él también confió en ellos con algo que él valoraba por encima de todo: su
propio hijo Thomas.
5. San James Kisai, un hermano
lego jesuita. Era un hombre de profunda devoción a la Pasión de Cristo. Con
sesenta y cuatro años de edad, había conocido una vida de penalidades, y se
destacaba por su bondad y paz de corazón. Nacido en Okayama, había estado a
cargo de los invitados a la residencia jesuita.
6. San Paul Miki, Nacido en el
distrito de Tsunokuni, era el hijo de un soldado valiente, Miki Handayu. Educado
en las escuelas jesuitas de Azuchi y Takatsuki, había presenciado las altas y
bajas de la Iglesia en Japón. Paul Miki valoraba su vocación de extender el
evangelio por sobre todo lo demás, y estaba cerca de ordenarse como sacerdote.
El mejor predicador del país se quedó callado cuando la espada del verdugo
estrelló su corazón. Tenía sólo treinta años.
7. San Paul Ibaraki, nacido en
Owari, de una familia samurai. Bautizado por los jesuitas, su fe pasó por un
tiempo de prueba, y sólo en sus últimos años pudo encontrar paz en su alma,
gracias a los franciscanos en Kyoto. Él llevó la vida de un hombre pobre cerca
del convento franciscano de Nuestra Señora de los ángeles, trabajando en una
pequeña cervecería para apoyar a su familia, y todavía podía permitirse el
lujo de ayudar a otros más pobres que él. También era activo como predicador.
8. San. John de Goto, un retrato
de inocencia y alegría, con una corta vida de 19 años usada totalmente en el
servicio de Dios. Nacido en las islas Goto de padres ya cristianos, él estudió
con los jesuitas en Nagasaki, y después en la escuela jesuita en Shiki
(Amakusa), un centro de entrenamiento para catequistas que también ayudaban a
los misioneros como pintores o músicos. Su próximo puesto fue Osaka dónde
trabajó bajo las órdenes del Padre Morejon hasta que el Señor le ofreció la
corona del martirio.
9. San Louis Ibaraki, el más
joven del grupo, de sólo 12 años. Nació en Owari y era sobrino de Paul
Ibaraki y Leo Karasumaru. Un muchacho cariñoso que siguió cantando y riéndose
cuando le cortaron una oreja, después cuando hacían la larga marcha a Nagasaki
y también en la cruz. Demostró su temple cuando se negó a apostatar.
"Tenemos al pequeño Louis con nosotros - escribió el Padre Francis Blanco
en la víspera del martirio - y está tan lleno de valor y con tan alto espíritu
que asombra a todos".
10. San Anthony, nacido en
Nagasaki de padre chino y madre japonesa. Era un muchacho de 13 años. Había
recibido su primera educación en la escuela de los jesuitas en Nagasaki y fue
entonces al convento franciscano en Osaka. Lo más amargo que el chico tuvo que
ver fue a su madre llorando no lejos de la cruz. Murió como mártir cantando.
11. San Pedro Bautista. Superior
de la Misión franciscana en Japón, antes embajador de España, un padre para
los leprosos pobres, un capitán de mártires. Desde San Esteban del Valle
(Avila, España) donde nació, hasta la Colina de Nishizaki, su vida de 50 años
es demasiado rica en méritos y santidad para resumirla aquí.
12. San Martin de la Ascensión,
nacido en Guipuzcoa, España. Él tenía 30 años. Su pureza de corazón era
extraordinaria, y ésta puede ser una pista a su afición por cantar. Al decirle
sus superiores que estaba listo para ir a las Filipinas, fue a Sevilla. En el
viejo convento franciscano pasó las noches en oración, tomando turnos con otro
fraile. Su trabajo misionero en Japón (Osaka) tuvo corta vida, pero su muerte
fue excepcional.
13. San Felipe de Jesús, mejicano, 24 años. Un vaso de plata que Dios supo realzar. Su joven vida fue un
laberinto de caminos contradictorios, un concurso de fuerza entre Cristo y
Felipe, sin que ninguno de los dos deseara conceder la derrota. Al final, Cristo
salió vencedor, y Felipe estuvo ansioso por recuperar el tiempo perdido: él
sería el primero en morir.
14. San Gonzalo García, 40 años,
nacido en el remoto Bazain (India) de un padre portugués y una madre india.
Catequista con los jesuitas y comerciante en Macao, ingresó con los
franciscanos como hermano lego, y fue la mano derecha de San Pedro Bautista.
Hablaba portugués tartamudeando, pero cuando confrontó Hideyoshi, el
gobernante absoluto de Japón, su japonés salió perfecto. Es el santo patrono
de Bombay.
15. San Francisco Blanco, nació
en Monterrey (Galacia, España) y vino a Japón con San Martin de la Ascención.
Él también había viajado a pie a Sevilla antes de abordar una nave para México
y seguir a Filipinas. Un hombre tranquilo, de hablar suave y sumamente
inteligente.
16. San Francisco de San Miguel,
53 años, nacido en La Parrilla (Valladolid, España). Era tan modesto en vida
que bien merece un elogio especial después de la muerte. "Viendo su buen
corazón, fuerza física y simplicidad, fue aceptado dentro de la Orden como
hermano lego", dice un viejo cronista apropiadamente. El hermano Francisco
tenía su propio estilo de humor también: "La campanilla de la cena tocará
mañana", solía responder cuando se le decía que rompiera su ayuno.
Cuando estaba en Manilla disfrutó respirando "los vientos desde Japón"
pero una vez que puso el pie en la misión japonesa tuvo que pasar por una noche
oscura del alma en que sintió que era inútil y que sería mejor regresar a
Filipinas. Murió en silencio, así como había vivido.
17. San Matthias. No sabemos nada
sobre su edad, lugar de nacimiento o fecha de bautismo, sólo su nombre y la razón
de por qué se unió a los mártires. Los soldados estaban buscando a otro
Matthias que no podían encontrar. El santo se ofreció a sí mismo y los
soldados lo aceptaron gustosos. Dios también lo aceptó.
18. San Leo Karasumaru, de Owaru,
era hermano más joven de San Paul Ibaraki. Bonzo en su juventud, luego se
convirtió por los jesuitas japoneses y siempre llevó una vida ejemplar. Cuando
llegaron los franciscanos, él se volvió su mayor apoyo. Cuando tenían que
construir una iglesia, comprar un pedazo de tierra o hacer funcionar un
hospital, los monjes contaban con Leo. Celoso catequista y hombre de oración,
fue una figura principal entre los mártires laicos.
19. San Bonaventure. Su joven
vida va por los inescrutables caminos de la Providencia. Bautizado de niño,
pronto perdió a su madre, y su madrastra lo envió a un monasterio budista. Un
día, él se enteró de su bautismo, y vino a visitar el convento franciscano en
Kyoto, su lugar de nacimiento, ávido por tener mayor información. Aquí
encontró paz de alma. En su camino a la cruz él oró por la fe de su padre y
la conversión de su madrastra.
20. San Thomas Kozaki. Con los
modales rudos de un muchacho rural, este chico de catorce añoso tenía un
hermoso corazón, parecido a las Perlas de su Ise nativo. Él ya era cristiano
cuando conoció a los franciscanos mientras ayudaba a su padre como carpintero,
y se quedó en el convento franciscano una vez que el trabajo terminó. Era
sincero, resuelto y totalmente dedicado en su servicio a Dios. La carta de
despedida a su madre, escrita desde el castillo de Mihara, es otra piedra
preciosa en la saga de los 26 Mártires.
21. San Joachim Sakakibara, 40 años,
nativo de Osaka. En agradecimiento por su bautismo, recibido de un catequista
cuando estaba gravemente enfermo, Joachim ayudó en la construcción del
convento franciscano en Osaka y se quedó allí como cocinero. De carácter muy
fuerte, se destacaba por su bondad y prontitud al servir, una preparación digna
para la corona de los mártires.
22. San Francis. Nacido en Kyoto,
48 años. Era médico y un predicador celoso. Cuando todavía era pagano,
llevaba un rosario que había pertenecido a Otomo Sorin, el señor cristiano de
Bungo. La Divina Providencia lo trajo al contacto con los franciscanos. Después
de su Bautismo y la conversión de su esposa, vivió al lado del convento
franciscano, tratando a los enfermos gratuitamente, y guiándolos a Cristo.
23. San Thomas Dangi. Farmacéutico,
con una disposición sumamente violenta. Maduró con la ayuda de Dios en un
catequista de buen corazón. Un cristiano de muchos años, él abrió su tienda
al lado del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles, y mientras
vendía la medicina también tuvo el cuidado de mostrarles a sus clientes el
camino al cielo.
24. San John Kinuya, 28 años, de
Kyoto. Tejedor de seda y comerciante, había sido bautizado recientemente y había
movido su tienda al lado del convento. Sus tejidos de seda, lisos, suaves y de
colores brillantes, expresaban la calidad de sus oraciones y de su amor. Y Dios
aceptó la vida de trabajo y oración de John.
25. San Gabriel, nativo de Ise,
19 años, otra de las jóvenes vidas ofrecidas a Dios. Convertido por el Hermano
Gonzalo, hizo un rápido progreso en su camino a Dios, superando todo tipo de
obstáculos. Gabriel trabajó como catequista.
26. San Paul Suzuki, 49 años, de
Owari. Su cruz estaba al final de la fila y su voz, toda fuego y celo, podría oírse
sin impedimento. Él había recibido el bautismo 13 años antes. Un hombre de
carácter impetuoso - y con muchas cicatrices en su cuerpo para testificarlo -
que se destacó por su celo apostólico y era uno de los mejores catequistas que
ayudaba a los franciscanos. También estaba a cargo del Hospital de San Joseph
en Kyoto.
En 1627, el Papa Urbano VIII proclamó Beatos a Felipe de Jesús y Compañeros
Mártires. Fue hasta el 8 de junio de 1862 cuando el hoy Beato Papa Pío
IX canonizó a los Mártires de Nagasaki, ante la regocijada y piadosa
presencia, en Roma, de varios obispos mejicanos, entre ellos el de
Guadalajara, Don Pedro Espinoza y Dávalos. La Nación Mejicana declaró
a San Felipe su Patrono y decretó el 5 de febrero como Fiesta Nacional.
Sólo que el Congreso Constituyente en 1917, en esa fecha y en Querétaro,
la hizo festividad en honor a la Carta Magna.
Don Francisco Orozco y Jiménez, quinto Arzobispo de Guadalajara,
promovió, con el Obispo de Nagasaki, la construcción de una iglesia en
el lugar del martirio de “San Felipito” (como él cariñosamente le
llamaba), y en 1926 escogió el lugar en que habría de dedicarse un
templo en el Sector Libertad tapatío. También escribió y difundió
una obra sobre el Santo Protomártir, editada en español y en japonés.
El Padre Mateo Chávez Plascencia y el Padre Víctor Gabriel Saucedo
fueron pioneros en la obra material del templo a San Felipe de Jesús en
Guadalajara. El primero de ellos le dedicó la letra de un bello Himno,
al que compuso Don Ignacio Aréchiga. Aún se entona en las
festividades.
Cuando se cumplió el Primer Centenario de la Canonización de San
Felipe de Jesús, en 1862, el Sr. Cura Rafael Meza Ledesma (primer párroco) fue el principal iniciador y animador de festejos
jubilares, aprobados y secundados en el ámbito diocesano por el
Cardenal José Garibi Rivera, quien promovió intensas celebraciones a
nivel nacional. Hasta esas fechas pudo lograrse el principio de la
construcción de un templo y monumento en Nagasaki. El Episcopado Mejicano declaró solemnemente a San Felipe de Jesús como Segundo
Patrono de la Nación Mexicana, precedido, obviamente, por Santa María
de Guadalupe.
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