Santa Eulalia, cuando apenas contaba 14 años, fue sometida al tormento del potro, a los azotes, a las uñas de hierro, al fuego, a la cal viva y al plomo
derretido. Ella sufre impávida los tormentos: "Dios, dice, está conmigo". No considera a los verdugos que la atormentan, sino a Jesucristo que la consuela; no presta atención a los suplicios que soporta, sino a la recompensa que espera de Dios que es el espectador de su martirio. Expira invocando a Jesucristo, y su alma emprende vuelo hacia lo alto en forma de paloma.
MEDITACIÓN
SOBRE LA PRESENCIA DE DIOS
I. Almas justas, Dios os ve cuando sufrís; ve vuestros combates y vuestras victorias;
¡qué consuelo en vuestras aflicciones! ¿Qué soldado no se expondría a la muerte bajo la mirada de su rey? Cuando gimo, cuando me impaciento, Dios me ve; ¿me atrevería a cometer esta cobardía en presencia de un hombre honrado? No basta que Dios me vea, es preciso que esté siempre presente a mi espíritu.
II. No solamente ve Dios nuestras aflicciones, sino que es Él quien nos las envía o quien permite que las tengamos. No te irrites, pues, contra la mano de tu perseguidor, ni te impacientes en tus
enfermedades: Dios quiere que ellas te aflijan. En adelante recibe con entera resignaci6n todos los males que te
envíe, y dile a Dios con Jesús: ¡Padre mío, que se haga vuestra voluntad, y no la
mía!
III. Dios recompensará estos sufrimientos; si es su espectador lo es solamente para ser, Él mismo, la recompensa. "Yo seré, dice Él, vuestra recompensa". Él será quien enjugue tus lágrimas;
invócalo en la aflicción. Él consoló a Santa Eulalia y a tantos otros mártires en sus suplicios; Él colmaba de gozo a Job en su estercolero. Ten presente en tu espíritu, en tus sufrimientos, este pensamiento: Dios ve mis sufrimientos, Dios los recompensará; y tus dolores se disiparán, crecerá en ti el valor.
Tienes a los ángeles y al Señor de los ángeles como espectadores en las luchas que sostienes contra el demonio. (San Efrén) .
El recogimiento
Orad por los muertos.
ORACIÓN
Que la bienaventurada Eulalia, virgen y mártir,
implore por nosotros vuestra misericordia, Señor, ella que siempre os fue agradable por el mérito de la
castidad y por su valor en confesar vuestro santo Nombre. Por
J. C. N. S. Amén.
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