Eran dos hermanos-ambos varones,
aunque el nombre del segundo de ellos puede inducir a equívoco- naturales de
Brescia, en la Lombardía; «modestos, virtuosos y unidos entre sí con el vínculo
de una hermanable caridad», una vez Faustino ordenado de sacerdote y Jovita
de diácono, se dedicaron a predicar la fe cristiana, consiguiendo numerosas
conversiones.
Cuando sobrevino la
persecución, ésta empezó a manifestarse suavemente, con más halagos y
promesas que amenazas; si daban culto a los dioses del Imperio tendrían altos
cargos y fortuna, mando y dinero, lo más deseable que se podía alcanzar en
este mundo, y confiando en la impresión que sin duda iba a causarles la
riqueza y grandiosidad del Templo del Sol, fueron llevados allí para que
admiraran lo magnífico que era aquel dios al que se les pedía adorar.
La estatua del Sol presidía soberbiamente el lugar,
toda de oro, guarnecida de piedras preciosas y luciendo en la cabeza muchísimos
rayos de oro fino, como una corona sin igual de opulencia y poder. El sol que
da luz y vida simbolizado por el oro, rey de los metales, un compendio visible
de la idolatría más convincente.
Por toda respuesta Faustino y Jovita
se
pusieron a orar, y en el acto la estatua se cubrió de hollín y los áureos
rayos de la cabeza se convirtieron en el más negro carbón; y cuando los
servidores del templo iban a limpiarla para devolverle su antiguo esplendor se
les deshizo en las manos hasta quedar reducida a cenizas.
Como castigo por aquel incalificable sacrilegio de transformar la riqueza en
polvo, los dos cristianos fueron entregados al verdugo, y se les degolló
junto a una puerta de Brescia que da al camino de Cremona.
ORACIÓN
Oh Dios,, que nos alegras con la solemnidad de
tus santos Mártires Faustino y Jovita: concédenos propicio el que nos
enciendan los ejemplos de aquellos cuyos merecimientos nos regocijan. Por J. C.
N. S. Amén.
|