15 de febrero
SAN WALFRIDO o WALFREDO, *
Abad
(765 d. C.)
Walfrido o Galfrido della Gherardesca, nació en Pisa, donde llegó a ser un próspero y estimado ciudadano. Se casó con una joven de la que estaba profundamente enamorado y tuvo cinco hijos y, por lo menos, una hija. Después de muchos años de matrimonio, Walfrido tenía dos amigos —el uno era pariente suyo y se llamaba Gundualdo, el otro era un corso llamado Fortis—, que vivían como él, en el mundo, pero se sentían también inclinados a la vida religiosa. Juntos discutieron sobre el futuro y un sueño les llevó a escoger Monteverde, entre Volterra y Piombino, para fundar un nuevo monasterio. Determinaron seguir la regla benedictina de Monte Casino. Además de su propia abadía de Palazzuolo, construyeron también, a veinticinco kilómetros, un convento para mujeres, donde sus respectivas esposas y Ratruda, la hija de Walfrido, tomaron el velo. La nueva fundación atrajo muchos novicios. Al poco tiempo, se contaban ya sesenta monjes, incluyendo a Girnfrido, el hijo predilecto de Walfrido, y a Andrés, el único hijo de Gundualdo que, con el tiempo, llegaría a ser el tercer abad del monasterio y escribiría la vida de San Walfrido. Gimfrido era ya sacerdote, pero en un momento de tentación, huyó del convento, llevando consigo hombres, caballos y documentos que pertenecían a la comunidad. Walfrido, muy angustiado, envió algunos hombres a buscarle. Al tercer día, orando con sus monjes por el arrepentimiento y el regreso de su hijo, Walfrido pidió a Dios que enviase al joven una señal que durase toda su vida y el mismo día, Gimfrido fue hecho prisionero y volvió arrepentido al monasterio, pero con el dedo mayor mutilado al extremo que nunca más pudo volver a servirse de él. Walfrido gobernó prudente y sabiamente la abadía durante diez años. Gimfrido le sucedió en el gobierno y fue un magnífico superior, a pesar de su antigua caída. El culto de San Walfrido fue confirmado en 1861. Ver en Acta Sanctorum, febrero, vol. II. la vida escrita por Andrés; cf. igualmente Mabillon, vol. III, pt. 2, pp. 178-184. |
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