16 de febrero

BTO. JORDÁN DE SAJONIA,
Confesor

Habéis de saber que en esta vida nada  
hay tan perfecto que no pueda perfeccionarse  
cada vez más, hasta que lleguemos felizmente 
a donde no hay nada defectuoso,  
donde cada uno seremos colmado de tan  
gran perfección que no necesitemos más.
(Bto. Jorfán de Sajonia,
Carta a Sor Diana).


   No es cosa fácil dar con otro caso semejante en toda la historia de la Iglesia como este del Beato Jordán. Dios, en su Divina Providencia, tiene preparados todos los caminos, pero somos libres de seguirlos de una manera u otra.
París casi siempre ha sido uno de los nudos más importantes en el devenir de la humanidad. Por el año 1219 se realiza allí un encuentro de estos que forman historia: Un venerable religioso - se llama Domingo de Guzmán y hace furores con sus predicaciones y con los muchos hombres que le siguen desde que hace unos años vino de España - se encuentra con un valiente joven, ya un tanto maduro, más en sabiduría y virtud que en años. Se llama Jordán. De aquel encuentro surgirá una vocación y una llamada a seguir por los caminos que le marca Domingo.
   Ya hacía tiempo que él iba buscando acertar con este camino y ahora, sin casi pedirlo él, se lo señalan.
   - "Ordénate diácono y sigue a Jesucristo"... Poco después, el mismo Jordán pedirá seguir a Jesucristo pero dentro de la Orden fundada por aquel hombre, la Orden de predicadores o dominicos como se les llamará después.
   Ya es novicio. Al año siguiente - 1221 - hay Capítulo General y le nombran Provincial de la provincia de Lombardía, la provincia más importante y difícil de gobernar de toda la Orden.
   Muere Santo Domingo, el fundador de aquélla gran obra, y el 22 de mayo de 1222, a los dos años de empezado su noviciado, es elegido, por unanimidad, Prior General de toda la Orden Dominicana, como sucesor inmediato del santo fundador... Y fue Superior General hasta su muerte acaecida el 13 de febrero de 1237.
   Santo Domingo fue el fundador pero el Beato Jordán fue el consolidador y fecundo propagador de aquella semilla que echara en el surco Santo Domingo.
A distancia de más de siete siglos uno queda admirado cómo pudo - contando con los medios de comunicación que entonces disponían - multiplicarse de modo tan prodigioso. Durante sus años de General se fundaron 249 conventos nuevos, se instituyeron cuatro nuevas provincias y se reforzaron los conventos ya existentes. En el convento donde él moraba eran tantos los jóvenes que ingresaban a vestir el hábito dominicano y los ya profesos que salían de él para abrir nuevas fundaciones, que alguien lo comparó "con una colmena de abejas"...
   Entre las nuevas vocaciones que reclutaba para la Orden se contaron hombres muy ilustres en todas las naciones y que dieron un gran prestigio a la Orden. Él mismo predicó en varias catedrales y visitó y dictó lecciones en varias Universidades famosas entonces, no sólo en todas de Italia, sino también en Inglaterra, Alemania, Francia, etc...
   Era muy virtuoso. Y por encima de todo, la caridad. Un día encontró un mendigo aterido de frío y le dio su manto. El mendigo al momento lo vendió y se emborrachó. Ante las recriminaciones de los frailes - que conservaban su manto -, Jordán les contestó: "Es preferible perder el manto antes que el amor".
A pesar de tanta bondad también sabía ser duro y firme cuando se trataba de cosas que se referían a algo muy serio en lo que se jugaban intereses de la Iglesia o de la Orden. Así lo fue con Federico II y con los superiores que no trataban de serlo según debían. A un procurador que le pidió lo relevara del cargo le contestó: "Hijo mío, este cargo lleva consigo cuatro cosas: la negligencia, la impaciencia, el trabajo y el mérito; yo te descargo de las dos primeras... pero te dejo las otras dos".
   El Beato Jordán, sobre todo, fue dotado de una cualidad especial para conmover a los oyentes. Con este medio supo llenar los conventos de aspirantes a la vocación y hacer que en todos sus conventos se viviera en la perfecta observancia regular que imprimiera el santo fundador Santo Domingo. Expiró en el Señor el 13 de febrero de 1237.

  

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