Este santo, que era pariente de Jesucristo según la carne, y que tuvo el honor de morir en una cruz como
Él, nos enseña que las cruces son favores conque Jesús honra a los que ama. Sucedió el santo a Santiago
como obispo de Jerusalén, y después de haber dado admirables pruebas de su celo por la
salvación de las almas, rubricó su paciencia padeciendo el suplicio de la cruz.
MEDITACIÓN
SOBRE LAS TRES
CLASES DE CRUCES
I. Nos atraemos cruces y aflicciones por nuestra imprudencia o por nuestros pecados; debemos soportar con paciencia esas aflicciones, puesto que nosotros somos su causa. Entra en ti mismo cuando estés afligido: pregúntale a tu alma por qué está triste,
y a menudo encontrarás que tus cruces no son sino castigo de tu orgullo y de tu avaricia, o de algún otro pecado. Acúsate entonces a ti mismo por
tus sufrimientos; cesa de ser pecador, y cesarás de ser desgraciado. En todas
tus penas pregúntale a tu alma; interrógala: ¿No te sucede esto sino porque has abandonado al Señor tu Dios? (San
Jerónimo).
II. A veces soportamos cruces que no hemos merecido; nos asemejamos entonces al santo
varón Job. Si tus enemigos te calumnian, si tus amigos te, traicionan, si la pobreza, la enfermedad
o la deshonra te hacen gemir y pasar la vida en la tristeza, agradece a Dios de que te haya hecho partícipe de sus sufrimientos y de su cruz. ¿De qué te quejas, si te trata
como trató a sus mejores amigos, como su Padre Eterno lo trató a El mismo? Sufre con Jesús y como
Jesús.
III. Los santos no esperan los sufrimientos; los piden y los buscan, corren a ellos como el avaro a su tesoro;
¡Y tú, por lo contrario, los huyes! No te engañes, nunca entrarás en el cielo sin la cruz;
porque la cruz de Jesucristo es la puerta del paraíso. (San Juan Crisóstomo).
El amor a la cruz
Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, mirad nuestra debilidad, ved
cuán agobiados estamos bajo el peso de nuestros pe cados, y fortificadnos por la intercesión de San
Simeón, vuestro pontífice mártir. Por J. C. N. S. Amén.
|