20 de febrero
    SAN ELEUTERIO,
*
 Obispo de Tournay

   (824 d. C.)

 

   El incendio que destruyó la catedral de Tournai en 1902, consumió también las reliquias de San Eleuterio, primer obispo de la ciudad, y todos los documentos antiguos sobre el santo. Muy poco es lo que sabemos de él, aunque existen muchas leyendas acerca de su vida y de su muerte. Se cuenta que Eleuterio nació en Tournai, de padres cristianos, y que pertenecía a una familia convertida desde tiempo atrás por San Pío. Fue consagrado obispo el año 486, diez años antes del bautismo del rey Clodoveo en Reims. Se dice que era un gran predicador y que convirtió a muchos francos en su diócesis. Se opuso también vigorosamente a ciertos herejes que negaban el misterio de la Encarnación. Atacado por algunos de ellos al salir de su iglesia, después de celebrar la misa, murió cinco días más tarde, a causa de las heridas que había recibido en la cabeza. Una biografía del siglo IX cuenta que Eleuterio resucitó a la hija del gobernador. Según esa extravagante leyenda, la joven, que estaba enamorada del joven obispo, le sorprendió un día en oración y le confesó su amor. El obispo salió huyendo y la joven cayó muerta. Eleuterio prometió resucitarla, a condición que su padre se convirtiese. El gobernador accedió, pero sin intención de cumplir su palabra, y las oraciones del santo no consiguieron devolver la vida a la joven. Al tercer día, el gobernador se arrepintió sinceramente y Eleuterio pudo entonces resucitar a la muchacha y bautizarla. Sin embargo, el gobernador no cumplió su palabra y aun trató de apartar a su hija del cristianismo; pero el cielo le envió un castigo que le enseñó a ser humilde, y el gobernador fue finalmente instruido y bautizado.

   Ver Acta Sanctorum, febrero, vol. III. En BHL., nn. 2455-2470, se encontrará una larga lista de documentos biográficos, pero todos ellos poco fidedignos. La chásse de San Eleuterio es interesante desde el punto de vista de la arqueología y ha sido muy discutida como una muestra del arte medieval.

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  • * FUENTE: VIDAS DE LOS SANTOS, DE BUTLER