San Tarasio fue cónsul, secretario de Estado y, en seguida, arzobispo de Constantinopla. En este
último cargo dio los más hermosos ejemplos de caridad y humildad. Con sus propias manos servía a los pobres, diciendo que quería imitar a Jesucristo, que había venido a la tierra para servir y no para ser servido. Fue el alma del Concilio segundo de Nicea que, en el año 786, anatematizó a los iconoclastas o destructores de imágenes. De inmediato hizo
reponer las imágenes de los santos en toda la extensión de su patriarcado.
MEDITACIÓN
SOBRE LA IMAGEN DE DIOS
I. El hombre ha sido creado a imagen de Dios: ~ su memoria, su inteligencia y su voluntad son imagen l' de un Dios en tres Personas. Debes, pues, hacer de
suerte que estas tres facultades de tu alma se asemejen lo más posible a su modelo. Para esto, es preciso que la memoria continuamente se acuerde de la omnipotencia del Padre, que la inteligencia considere la sabiduría de Jesucristo, que se hizo hombre para
salvar a los hombres, y que la voluntad se abrase
toda con el fuego del Espíritu Santo. ¡Que Os ame,
oh Dios, que sois la vida de mi alma! (San Agustín).
II. El pecado desfiguró enteramente esta imagen de Dios impresa en tu alma, y la recubrió con la
vergonzosa imagen del demonio, pues el pecador es
semejante al demonio y no tiene rasgo alguno de semejanza con Dios. ¿A quién te asemejas tú? ¿Tus acciones no llevan impreso el sello de algún vicio?
III. Has de devolver a tu alma su antigua belleza, Jesucristo es el modelo que debes tener
continua mente ante tus ojos, a fin de hacerte semejante a Él. Para esto, es preciso tener la corona de espinas en la cabeza, la hiel y el vinagre en la boca, es preciso estar cargado de oprobios, sufrir todo, emprender todo por la gloria de Dios. Cada uno es el pintor de su propia vida: la voluntad dirige al pincel, las virtudes son los colores, y el modelo es Jesucristo. (San Gregorio Niceno).
La devoción a las santas imágenes
por la conversión de los protestantes.
ORACIÓN
Oh Dios todopoderoso, haced que esta
solemnidad del bienaventurado Tarasio, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra
salvación. Por J. C. N. S. Amén.
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