Como supiese San Néstor que se le buscaba para ser martirizado, dijo adiós a todos sus servidores y
se presentó a los soldados que iban a prenderlo. Le prometieron hacerle sumo sacerdote de los ídolos, si quería renunciar a la fe. Mas prefirió el oprobio de la cruz a todos los honores de la gentilidad. Se le
extendió en el potro y se le puso en una cruz; en todas partes alababa a Dios, e invitaba a los demás a que lo reconocieran y lo adoraran con él.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VERDADERA GLORIA
I. Cristiano, ¿en qué haces consistir la
verdadera gloria? Si tienes el espíritu del mundo, me responderás: "La verdadera gloria consiste en las
riquezas, en las dignidades, en los honores, en el saber". Para adquirir esta falsa reputación, expónense los bienes, la salud, la vida, el alma. ¿Para qué te servirá esta gloria después de la muerte?
¿Qué importa a los condenados que los alaben donde ya no están, si son torturados donde están? (San Agustín).
II. La verdadera gloria procede de Dios; servir a un tan grande Señor, es ya ser rey.
¡Qué dicha contar con la aprobación de Dios y de la corte celestial y esto por toda una eternidad! Además, ¿qué gloria humana puede compararse con la que los
san tos reciben aquí abajo durante su vida y después de su muerte, y con la que gozan en el cielo? Ambicioso, he aquí algo con que contentarte: el mundo no tiene sino un falso esplendor, Jesucristo tiene para ti honores y recompensas sólidas y eternas; búscalos, si amas la gloria. Si nos seducen las riquezas y los honores, que sean las verdaderas riquezas y los
verdaderos honores. (San Euquerio).
III. Para adquirir esta gloria, es preciso des preciar la del mundo, es menester hacer grandes cosas, y soportar grandes sufrimientos por Jesucristo. He ahí los tres grados por donde se ha de subir
a la gloria. ¿Has despreciado tú la gloria del mundo? ¿Qué cosa grande has emprendido por Jesucristo? ¿Qué has sufrido? Comienza por las cosas pequeñas: no te faltarán ocasiones, no faltes tú mismo en las
ocasiones.
La humildad
Ruega por el acrecentamiento
de esta virtud.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, mirad nuestra flaqueza; ved cuán agobiados estamos bajo el peso de nuestros pe- cados, y fortificadnos por la intercesión del
bienaventurado Néstor, vuestro mártir y pontífice. Os lo rogamos por J. C. N. S. Amén.
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