San Corentino se retiró a un desierto y en él obtuvo de Dios una fuente que le proporcionaba agua
de la que tenía necesidad. El duque de Bretaña, yendo
de caza, lo encontró en el fondo de una floresta y le hizo edificar un monasterio. En seguida le fue confiado el obispado de Cornouailles (o
Quimper). Como tantos otros lugares donde vivieron santos obispos o abades de monasterios, la naciente ciudad de
Quimper tomó su nombre y se llamó Quimper
Corentino.
MEDITACIÓN
SOBRE LOS GOZOS DEL PARAÍSO
I. Los placeres de este mundo se parecen a aguas fangosas que no podrían quitar la sed. ¿Has oído
alguna vez a un avaro, acaso, a un ambicioso o a un voluptuoso, decir: Basta? ¿Tú mismo podrías tal vez decir que alguna vez estuviste plenamente satisfecho de la posesión de un bien creado? ¿No faltó acaso algo a tu felicidad? Señor, he sido desgraciado cuando te abandoné, a Ti, fuente viva de verdaderos placeres; dad me, Señor, el agua de vuestra santa gracia: sólo
ella es capaz de apagar mi sed.
II. En el cielo, Dios te contentará plenamente: el cielo no es otra cosa que la
posesión de un bien infinito, universal y eterno, capaz, dicho en una palabra, de contentar todos nuestros deseos. Sí, Señor, me saciaré cuando me hayas manifestado vuestra gloria. Beberé a grandes tragos en los torrentes de delicias que riegan la Jerusalén celestial. Ya nada temeré, nada desearé, nada amaré sino a Vos y en
Vos poseeré todos los bienes imaginables. III. Para llegar a esta venturosa estancia, hay que beber aquí el cáliz de la Pasión de Jesús, hay que mojar el propio pan con lágrimas y pasar esta vida suspirando y gimiendo. Es preciso, además, extraer el agua viva de las fuentes del Salvador, frecuentar
los sacramentos, meditar la Pasión del divino Maestro e imitar sus virtudes. En una palabra, date a Dios durante tu vida y lo poseerás durante la eternidad. El reino de los cielos tiene un precio, ese precio eres
tú, date a ti mismo y lo obtendrás.
El pensamiento del cielo
Orad por los obispos.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Corentino, vuestro
confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la
salvación. Por
J. C. N. S. Amén.
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