San Maximino, llamado también Máximo, fue
francés y
natural de Verdún. Encargóse de su educación en las letras y en el amor de la virtud y
honestidad un tío suyo, sacerdote ejemlarísimo y varón de gran santidad, por
nombre Hospicio. Sucedió, siendo joven Maximino, que la ciudad de Verdún, en
la que con su tío moraba, faltó a la fidelidad debida a su soberano, revelándose
contra Clodoveo rey; el cual para apaciguar y hacer entrar en razón a los verduneses,
envió un poderoso ejército a poner sitio a la ciudad rebelde. Aterrada la gente al saber tal
noticia, y temerosa del castigo, ya no pensó en otra cosa que en someterse. Acudieron al sacerdote
Hospicio para que saliese al encuentro del ofendido rey, y en nombre de toda la ciudad, le pidiese
perdón de la injuria y que se dignase levantar la mano del castigo que en ella
iba a hacer. Admitió el caritativo sacerdote el encargo, y presentó se a Clodoveo;
el cual, enternecido con las súplicas del ministro del Dios de paz, envainó la
espada, apeó se del caballo, besó con humildad y reverencia la mano a Hospicio,
diciéndole que, por su respeto otorgaba
el perdón a la ciudad. Quísole el rey elevar a la sede episcopal, que estaba
huérfana de pastor; mas no creyéndose Hospicio con fuerzas para tal cargo por su
avanzada edad, se excusó; y el rey le comunicó su voluntad de que siquiera fuese
con él a su corte de Orleáns. Accedió el sacerdote: fue allá con Maximino; y
cansados de la vida de la corte, se reti aron a un sitio entre el Loira y el Loirette, que les
dio Clodoveo, para
que levantasen un monasterio e implorasen el favor del cielo para la real
familia. Ordenado Maximino de sacerdote y hecho abad del monasterio, se mostró varón
poderoso en obras y palabras. Gran número de jóvenes se pusieron bajo la dirección
del santo abad, que les infundía amor a la virtud y al trabajo, con el cual convirtieron en campos fertilísimos los eriales contiguos al claustro. A
gran número de sus monjes envió a pueblos lejanos a predicar la fe de Cristo y
a
desterrar los restos de las antiguas idolatrías. Tuvo tal dominio sobre las
almas, que de una sola tirada componía los ánimos más desasosegados y
calmaba a los iracundos. Su monasterio fue verdaderamente un semillero de
varones santos, muchos de los cuales son venerados por tales. Un año en que la
ciudad de Orleáns padeció el te rrible azote del hambre, abrió a todos los
necesitados las trojes de su abadía;
y Dios Nuestro Señor multiplicó el trigo con tanta abundancia, que bastó para
re mediar aquélla necesidad.
Maximino, después de haber edificado a los suyos con ilustres ejemplos de
humildad y caridad, entendiendo que se le acercaba el fin de sus días, reunió a
sus monjes, exhortólos a la paz y unión, a la oración y piedad y, recibidos los
santos Sacramentos, dio su espíritu al Creador.
REFLEXIÓN
Niño aún, fue confiado Máximo al celo de un
ejemplar sacerdote. Súpole inspirar este aquel amor tan tierno al bien y a la
virtud, y Máximo lo conservó durante toda su vida. Tan cierto es que los
caminos del hombre en su avanzada edad, son los mismos que los de su niñez. No
lo olvidéis jamás, padres y madres de familia. Educad bien a vuestros hijos,
si los queréis un día hombres honrados. En vuestras manos está su suerte, y
si os horroriza la idea de que vuestro hijo pueda ser, cuando mayor, un facineroso, debe horrorizaros también el dejar de corregir sus defectos, cuando aún
son tiernos.
ORACIÓN
Señor, que la intercesi6n del bienaventurado
Mesmín, abad, nos haga agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones lo que no podemos esperar de nuestros méritos.
Por
J. C. N. S. Amén.
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