San Delfín, obispo de Burdeos, combatió el error de los priscilianistas con celo ardiente y extraordinaria ciencia, particularmente en el sínodo de Zaragoza, que condenó a estos herejes, en el año 380, y en el de Burdeos, en el año 385. Mantuvo
correspondencia con San Ambrosio y sobre todo con San Paulino de Nola, a quien tuvo el honor de conducir a la fe y de bautizar. Murió en el año 404.
MEDITACIÓN
SOBRE
LAS VÍSPERAS DE NAVIDAD
I. María busca en Belén una casa donde guarecerse; llama a todas las puertas y nadie la recibe. ¿Cuánto tiempo hace ya que Jesús está a las puertas de tu corazón? Llama con golpes insistentes, y tú te haces el sordo. Es preciso que me purifique hoy de mis pecados mediante una santa confesión. ¿Qué es, en
efecto, lo que aleja a Jesús y lo indispone contra mí, sino mi orgullo, mi cobardía, mi apego a los bienes de la tierra
y a las comodidades de la vida? Quiero, pues, arrojar de mi alma a estos enemigos de mi amable Salvador
II. Hay cristianos que reciben a Jesús, pero para tratarlo
tal como deseaba hacerlo Herodes. Mañana Jesucristo descenderá hasta ti, ¡ten cuidado de recibir a
este Huésped benévolo de manera digna de Él! ¿No lo alojarás en un
corazón manchado por el pecado? ¿No lo echarás de allí recayendo muy pronto en
las mismas faltas? Reflexiona con cuidado: Aquellos que entregan a Jesús a miembros manchados
por el pecado no son menos culpables que los que lo entregaron en las manos criminales de los judíos. (San
Agustín).
III. Vete a contemplar a Jesús en la Misa de medianoche; asiste a
ella con devoción, humildad y fe semejantes a las de los pastores: verás en el altar al
mismo Dios que ellos vieron en el pesebre. Piensa
en los sentimientos de respeto, de amor y humildad que María y José tuvieron para con este adorable
Niño; adóralo, humíllate ante Él, recíbelo con amor y ofrécele el presente de tu corazón.
La devoción a Jesucristo
Orad por los conciudadanos.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado
Delfín, Vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de Piedad y el deseo de la
salvación. Por J.
C. N. S. Amén.
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