San Huberto, hijo de un duque de Aquitania y descendiente de Clodoveo,
abandonó Eboín y fue a ofrecerse a Pipino de Heristal, duque de Austrasia. Hombre de mundo y gran cazador, un día vio una cruz luminosa entre los cuernos de un ciervo, en la floresta de
Ardennes, y al mismo tiempo una voz celestial lo
instó a convertirse y a ir a encontrar a San Lamberto, obispo de Maestrich. Hízolo así.
Quedó viudo y se hizo ermitaño, fue en peregrinación a Roma, y finalmente,
sucedió a San Lamberto. Con ardor infatigable trabajó por destruir el vicio y los restos de idolatría hasta en las florestas.
Murió en el año 727, a edad muy avanzada, después de cerca de 20 años de episcopado. Es invocado eficazmente
contra la rabia.
MEDITACIÓN SOBRE LA BUENA
y LA MALA CONCIENCIA
I. No hay en este mundo placer comparable al que nos
proporciona una buena conciencia. Si tienes esta dicha, ningún tormento es
capaz de afligirte; si no la tienes, ninguna diversión puede verdaderamente
regocijarte. Que se acuse al justo; que se lo maltrate: su conciencia le
procurará más consuelo que el que podrían darle los aplausos del mundo
entero. II. No hay suplicio
comparable al de la mala conciencia: es un acusador, un juez, un verdugo que
persigue en todo lugar al culpable y que no perdona a nadie; la conciencia ataca
a Herodes, a Nerón, a Teodorico, y los hace temblar en medio de sus guardias.
Nada es capaz de apaciguarla: te perseguirá hasta el fin de tu vida, si no la
descargas del peso que la agobia.
III. La mala conciencia continúa, después de esta vida, atormentando al
pecador; lo sigue al juicio de Dios, lo acusa, lo confunde, desciende con él al
infierno. Uno de los más grandes suplicios de los condenados es el gusano
roedor que nunca muere. ¿Quieres evitarlo? Nada hagas en este mundo contra tu
conciencia, escucha los reproches que te hace y sigue sus advertencias; nada
podrá afligirte en este mundo ni en el otro. Nada más agradable, nada más
seguro que una buena conciencia. Aunque el cuerpo sufra, aunque el mundo nos
tiente, aunque el demonio nos espante, ella permanece tranquila. El
examen de conciencia
Orad por los pecadores.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta
solemnidad de San Uberto, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el
espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
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