San Leonardo, noble cortesano de
Clodoveo, fue convertido por San Remigio. Quiso el rey ser su padrino, dio
libertad a gran número de cautivos a su pedido, y le ofreció un obispado, que
él rehusó para entrar al Monasterio de Micy, bajo la dirección de San Mesmino. En seguida entregóse a la vida eremítica y se retiró a una floresta
próxima a Limoges. Practicó allí grandes austeridades. Descubierto por el rey
en su desierto, recibió el ofrecimiento de un vasto territorio para fundar en
él un monasterio que, más tarde, dio nacimiento a la ciudad de San Leonardo.
MEDITACIÓN
SOBRE LAS MISERIAS
DEL MUNDO
I. Sólo
engaño hay en el mundo. No se encuentra fidelidad entre los amigos, ni caridad
entre los parientes; por todas partes reina el disimulo; todos disimulan sus
sentimientos, ocultan sus proyectos, buscan sus intereses y sus placeres. ¿En
quién se podrá uno confiar? ¿De quién no se habrá de desconfiar? Sin
embargo, ¡oh Dios mío! ¡nos fiamos en el mundo que tan
a menudo nos ha engañado y no en Vos, que siempre habéis sido fiel a vuestras
promesas!
II. No hay paz en el mundo, por
todas partes reinan la división y la turbación: los hombres guerrean unos
contra otros y se rebelan contra Dios con sus pecados; ¡concedednos esa paz que
dais a vuestros servidores y que el mundo no puede darnos! Imita a los santos,
que viven sin turbación en medio del mundo, porque no están animados por el
espíritu del mundo, sino por el de Jesucristo.
III. No existen en el mundo
verdaderos bienes. Sus favores son emboscadas que nos tiende para perdernos. Sus
bienes no son sino aparentes. Sus placeres siempre están mezclados de hiel y de
amargura: nunca han contentado ni a uno solo de sus partidarios; cuanto más se
tiene, más miserable se es. Renunciemos a un mundo poco fiel y siempre
sospechoso: los pequeños son en él presa de oprobios, y los grandes, de la
envidia. (San Euquerio).
El desprecio del mundo
Orad por los jefes de Estado.
ORACIÓN
Oh Dios, que todos los años nos
proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad del bienaventurado
Leonardo, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando su
nacimiento al cielo imitemos sus ejemplos de virtud. Por J. C. N. S. Amén.
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