San Nuño nació en Sernache de
Bomjardim (Portugal) el 24 de junio de 1360. Su padre fue un ilustre militar y
gran caballero, Don Álvaro Gonçalves Pereira, Gran Prior del priorato de Crato
de la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén.
La niñez de Nuño fue normal y la pasó entre los soldados que estaban a las órdenes
de su padre y también, como correspondía en aquel entonces, entregado a la
lectura de las gestas caballerescas.
A los trece años fue admitido en la corte del rey Fernando para
que se adiestrase en la milicia y en ella dio muestras de gran valentía y
exquisita destreza y por ello fue armado caballero, a pesar de su juventud, como
escudero de la reina. Siendo muy joven - dieciséis años - su padre lo entregó
en matrimonio a la noble Doña Leonor de Alvím, de la que tuvo tres hijos. Dos
de ellos murieron pronto y Beatriz, la tercera, casó con D. Alfonso, el 1401,
hijo del rey Juan I, que después fue cabeza de no pocas dinastías principescas
europeas.
Portugal y Castilla en aquélla época de nuestro Beato estaban en
continuos litigios bélicos y durante ellos Nuño demostró su gran valentía y
destreza militar. Luchó con todas sus fuerzas por la independencia de su patria
y por ello defendió la candidatura al trono de quien podía conseguirla.
Famosas fueron las batallas de Aljubarrota y Valverde en las que salió
victorioso.
Sus contiendas militares, no le estorbaban en su profunda vida
cristiana que para él siempre fue lo primero. Era devotísimo del Santísimo
Sacramento y de la Virgen María. Oía todos los días dos misas y los sábados
y domingos, tres. Ayunaba en obsequio de la Virgen María todos los miércoles,
viernes y sábados, así como todas las vigilias de Nuestra Señora. Comulgaba
según la costumbre de la época en las fiestas más solemnes y se confesaba con
mucha frecuencia. En su estandarte bélico llevaba las imágenes de Cristo
crucificado, de la Virgen María y de los Patronos de las guerras: Santiago y
San Jorge.
Antes de cada batalla exhortaba a sus soldados a confiar mucho en
la ayuda del cielo y atribuía a la protección de la Virgen María cuantas
victorias conseguía. En la famosa batalla de Valverde encontraron a Nuño de
rodillas orando entre las rocas para alcanzar la victoria, como así fue.
Como gratitud a esta ayuda poderosa de la Virgen María, visitaba
en peregrinación los más famosos Santuarios, igual que las más humildes
ermitas dedicadas a la Virgen María y en su honor le levantó varios templos.
Famoso fue el magnífico templo del Carmen en Lisboa que fue destruido por un
incendio el 1755.
Después de la muerte de su esposa, acaecida el 1387, ya no quiso
contraer nuevas nupcias. Siempre fue exigente con la moralidad de sus soldados y
más aún con la suya propia. Era un modelo para cuantos le contemplaban en
todas las virtudes.
El 1423, mandó construir un grandioso templo que confió a los carmelitas.
Ante la admiración y estupor de todo Portugal el 15 de agosto de
1423 abandonaba todas sus posesiones y honores y vestía el hábito carmelita
como hermano donado en el convento de Lisboa con el nombre de fray Nuño de
Santa María. Ingresó en la Orden del Carmen, atraído especialmente por el
culto que los carmelitas daban a la Virgen María y por lo bien que realizaban
la liturgia. Fue para todos los religiosos un perfecto modelo de observancia y
de todas las virtudes.
Pasaba largas horas ante el Santísimo Sacramento, rezaba todos los
días el oficio divino y asistía a cuantas misas podía.
En el convento fue la admiración de todos por su gran humildad,
servicio, caridad y piedad. Para más alejarse del mundo quiso irse a un
convento lejos de donde le conocieran, pero no se lo permitieron.
Su última enfermedad fue breve y se vio rodeado del rey y de todos
los magnates del reino, a quienes dirigió muy sentidas y edificantes palabras.
Murió tan santamente como había vivido el 1 de noviembre de 1431.
Inmediatamente corrió la fama de santo en boca de todos los portugueses y aun
fuera de Portugal. Fueron muchas las solicitudes de parte de los reyes y pueblo
de Portugal hechas a la Santa Sede para que fuera declarado santo este gran
Condestable . Por fin el Papa Benedicto XV, el 23 de enero de 1918, apoyaba el
culto ya inmemorial que se le venía tributando en algunas partes de la Orden y
en Portugal. Las gestas del Beato Nuño han sido cantadas por el ilustre poeta
portugués Camoens en Os Lusiadas (canto IV y Vlll).
El rey Manuel II de Portugal,
último monarca de ese país, que abdicó en 1910, era descendiente del Beato
Nuño.
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