San Martín, hijo de un oficial pagano en Panonia, deslumbróse en Pavía con los esplendores del culto cristiano. Catecúmeno a los diez años, siguió no
obstante la voluntad de su padre y de su príncipe, y sirvió en el ejército romano. Un día, durante un rudo
invierno, dio una parte de su manto a un pobre, y Nuestro Señor se le apareció la noche siguiente vestido
con ella. Martín recibió entonces el bautismo, fue incluido entre los acólitos por San Hilario de
Poitiers, fundó Ligugé, primer monasterio de las Galias, obró
numerosos milagros y llegó a ser obispo de Tours a pesar de sus lágrimas. Fue entonces cuando fundó el
monasterio de Marmoutier con 80 religiosos. Por todas partes prodigó su caridad, su abnegación, sus
oraciones y su enseñanza, y murió lleno de días y de méritos hacia el año 400.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA
DE SAN MARTÍN DE TOURS
I. San Martín de Tours tenía tan grande respeto por
Dios, que no quería sentarse en las iglesias. A los que lo instaban a que lo hiciera, respondía que había que temblar en presencia de su Juez. ¿Con qué
espeto y con qué modestia te mantienes tú en las iglesias? Jesucristo está allí en el adorable
Sacramento del Altar; está en el tabernáculo para escuchar tus plegarias, para escuchar tus pedidos y no para ser espectador de tus inmodestias o de tus
impiedades.
II. El medio ordinario de que se servía San Martín de Tours para lograr éxito en sus empresas era dirigirse a Dios, implorar su ayuda mediante la
oración, el ayuno y otras austeridades. ¿Quieres tú tener éxito en todos tus proyectos? Recomiéndalos a Dios, haz algunas obras de piedad, ora, ayuna, da limosnas: es el medio para tocar el corazón de Dios y obligarlo a escuchar tus pedidos. Ensaya este
secreto y no fíes tanto en tu prudencia.
III. San Martín de Tours, llegado a la hora de la muerte, oraba con tanto ardor como si estuviera
gozando de plena salud; estaba acostado en tierra sobre ceniza y cubierto de un cilicio. Es preciso,
decía, que un soldado muera con las armas en la mano. Con todo, el demonio se acercó para tentarlo,
pero en vano; concluyamos de aquí que es menester combatir toda nuestra vida y hasta en la hora de la
muerte. La penitencia y la oración son las armas que nos darán la victoria; sirvámonos de ellas hasta
nuestros últimos momentos, porque solamente la
perseverancia obtiene la corona. Todas las virtudes
luchan por la recompensa, sólo la perseverancia es
coronada. (Pedro de Blois).
La caridad
Orad por los pobres.
ORACIÓN
Oh Dios, que veis nuestra impotencia para
mantenernos en el bien, haced, en vuestra bondad, que la intercesión del bienaventurado Martín, vuestro
confesor y pontífice, nos fortifique contra las tentaciones que nos asedian. Por J.
C. N. S. Amén. Por J. C. N. S. Amén.
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