San Martín, Papa, fue puesto en prisión por orden
de Constante II, emperador de Oriente, por haber condenado la herejía de los
monotelitas. Permaneció 92 días sin ver a nadie, después de lo cual fue
exilado en el Quersoneso. Jesucristo estaba siempre presente a su espíritu, y
el pensamiento de que sufría por su causa constituía su único e inmenso
consuelo. Murió en el destierro, como consecuencia de la miseria y malos tratos
que se le hizo sufrir, el año 655, después de 6 años de pontificado.
MEDITACIÓN
SOBRE LAS PENAS DEL PECADO
I. Tal es el odio de Dios por el pecado, que
no hay suplicios que no emplee para castigarlo en esta vida y en la otra. En
esta vida, el pecado nos priva de la gracia de Dios, echa al Espíritu Santo de
nuestro corazón, y nos despoja de la calidad de hijos de Dios para hacernos
esclavos del demonio. Por el pecado, perdemos nuestros derechos al cielo y los
méritos que hemos adquirido mediante nuestras buenas obras. En una palabra, nos
hacemos enemigos de Dios y objeto de su cólera. Un solo pecado mortal atrae
sobre nosotros todos estos males.
II. En la otra vida, un solo pecado mortal nos
precipitará al infierno, es decir, que el pecador perderá el paraíso y será privado de la vista de Dios; será atormentado en todas las partes de su
cuerpo y en todas las facultades de su alma durante toda Dios la eternidad. Así es como los demonios y los
condenados desde ahora son castigados; y es justo que sean castigados durante toda la eternidad, porque han
querido vivir sin fin para pecar sin fin. (San Gregorio).
III. No puedes proporcionar mayor placer al demonio, tu más cruel enemigo, que ofendiendo a
Dios. Nada puedes hacer más desagradable a Dios, a Jesucristo, a la Santísima Virgen
y a toda la corte dd celestial, que cometer un pecado. Nada puedes hacer más
perjudicial a tu alma. ¡Desventurado de mí ¿por qué precipitarme tan contento en el infierno?
¡Para agradar al demonio, que nunca me hizo sino mal, ofendo a Dios que tanto me ha
amado!
La huida del pecado
Orad por los Obispos
ORACIÓN
Pastor eterno, considerad con benevolencia
a vuestro rebaño, y guardad lo con protecci6n constante por vuestro
bienaventurado mártir y Soberano pontífice Martín, a quien constituisteis
pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S. Amén.
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