Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de
Turingia,
levantábase todas las noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y
seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se había hecho cruzado con Federico Barbarroja: "Dios mío -dijo ella- cuando para
resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello fuese contra vuestra voluntad".
Despojada y echada entonces como disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos, recobró
después sus bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad.
MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE NUESTROS PARIENTES y AMIGOS
I. Todos los días vemos que se mueren
personas que nos son queridas. Si sucumben a una muerte súbita e imprevista,
aun después de una vida poco edificante, no desesperemos de su salvación; tal
vez han invocado a Dios y han obtenido el perdón de sus faltas
en el último momento; con todo, tomemos nuestras medidas para no ser
sorprendidos en la misma forma. Si estas personas mueren con la muerte de los
justos, no las lloremos; más bien tengámosles santa envidia. Te afliges de
ver morir a tal pariente o a tal amigo; consuélate, es más dichoso que tú si
ha muerto santamente. Tú combates aún, él triunfa ya. Que tu fe, tu
esperanza y tu caridad te consuelen. (San Agustín).
II. Dios quiere desapegarte de las personas que
más amas, a fin de que te pertenezcas por entero; quiere que pienses a menudo
en la muerte. Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será el tuyo. ¿Qué
estima tiene ahora ese amigo de aquello que era el objeto de sus afanes? Un
día estarás como él en el lecho de muerte. Ten los sentimientos que entonces
tendrás y despreciarás lo que más amas.
III. No esperes la hora de la muerte para
prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni cómo morirás: haz ahora todo lo
que entonces quisieras haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este
momento? Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más que
podamos para no estar eternamente separados de nuestros parientes y amigos, que
gozan ahora de la gloria del paraíso. Allí nos espera gran número de
aquéllos que nos son queridos. (San Cipriano).
La conformidad con la voluntad de Dios
Orad por vuestros parientes difuntos.
ORACIÓN
Dios de misericordia, iluminad los corazones de vuestros fieles, y por la gloriosa
intercesión de la bienaventurada Isabel, concedednos la gracia de despreciar las prosperidades mundanas y gozar sin
interrupción de los consuelos celestiales. Por
J. C. N. S. Amén.
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