20 de noviembre

SAN FÉLIX
DE VALOIS,
Confesor

Aquellos a quienes Dios tiene previstos, también
los predestinó para ser conformes
a la imagen de su Hijo.
(Romanos, 8, 29).

   Según las tradiciones de la Orden de la Merced, San Félix de Valois, nacido en 1127 y educado por San Bernardo, dio muestras desde su más tierna infancia de una gran caridad para con los pobres, hasta el extremo de despojarse de sus vestiduras para vestirlos con ellas. Ordenóse de sacerdote y, después de su primera misa, se retiró a la soledad. Allí fue donde San Juan de Mata fue a buscarlo por inspiración divina, para trabajar con él en la fundación de la Orden de la Redención de los cautivos. La Santísima Virgen lo honró a menudo con sus visitas; un ángel le advirtió sobre la hora de su muerte, que acaeció el año 1212, a edad muy avanzada.

MEDITACIÓN
SOBRE LA IMITACIÓN
DE JESUCRISTO

   I. Jesús llevó una vida humilde y escondida en la casa de San José. La obediencia, la humildad y el amor a la soledad, tales fueron las virtudes con las cuales se preparó para la predicación del Evangelio;
tales son también las virtudes que debemos practicar siguiendo su ejemplo. Oh mi divino Maestro, ¿cómo amaría yo el retiro, la humildad y la obediencia? ¡Quisiera aparecer siempre con brillo, mandar siempre y nunca obedecer! ¿Es esto imitaros?

   II. Jesús salió de esta vida oculta para trabajar en la salvación de los hombres; pero los hombres le devolvieron mal por bien y lo cargaron de oprobios. Si quieres caminar por las huellas de Jesús, prepárate a recibir ultrajes de aquellos mismos por cuya salvación trabajes. No te quejes; no eres mejor que Jesucristo, ¡Él fue llevado a la muerte por aquéllos a quienes quería conducir al cielo! Cuando sufras, di con San Ignacio, mártir, cuando se vio encadenado: Ahora comienzo a convertirme en discípulo de Jesucristo.

   III. Mira, en fin, a Jesús en el Calvario: allí nos ha dado el último y más útil ejemplo de paciencia. Yo quiero contemplarte todo el resto de mi vida, oh Amor mío crucificado; ¿de qué habría de afligirme viéndote en la cruz? ¿qué habría de temer considerando que has muerto por mí? Si rehúsas los sufrimientos, ¿por qué desear el cielo? Dios castiga a todo hijo que destina a su reino; ¡ni siquiera ha perdonado a su Unigénito! (San Agustín).

La meditación de la Pasión
por la conversión de los infieles.

ORACIÓN

   Oh Dios, que os habéis dignado llamar milagrosamente a San Félix, vuestro confesor, en su soledad para el santo empleo del rescate de los cautivos, haced benignamente que, libres por vuestra gracia de la servidumbre de nuestros pecados, lleguemos a la patria celestial.  Por J. C. N. S. Amén.

 

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