Cuando la Duquesa de Pesaro, mujer de Galeazzo Malatesta, quiso
fundar en su ciudad un nuevo convento de religiosas Clarisas, se dirigió a San
Bernardino de Siena, que ese entonces, alrededor del 1439, era vicario general
de los Franciscanos Observantes.
Pero el pedido que la noble dama hizo al gran predicador era asaz
específico, por no decir explícito. Para dirigir la nueva fundación ella no
quería una clarisa cualquiera, por virtuosa que fuese. Deseaba que el nuevo
convento fuera dirigido exclusivamente por Felicia Meda, milanesa, clarisa
franciscana en el convento de Santa Úrsula.
La fama de esta religiosa había recorrido el mundo, llegando lejos
de su ciudad natal, a pesar del natural silencio que circunda la vida de una
religiosa de clausura.
San Bernardino de Siena no tuvo dificultad para convencer a la
monja de cambiar Milán por Pesaro, con otras siete religiosas, para trabajar en
la nueva fundación deseada por la Duquesa Malatesta. Felicia obedeció
prontamente al Superior, aunque le causó cierta tristeza alejarse de la ciudad
en donde había vivido siempre rodeada de un vivo afecto.
Nacida más de sesenta años antes, en 1378, ella era la mayor de
tres hijos que pronto quedaron huérfanas. Ella se convirtió " madre
" de sus hermanos menores, a cuya educación dedicó su juventud.
A los doce años había hecho ya voto de santidad, consagrando su
cuerpo a Dios. Pero no fue hasta después de los veinte años, terminado su
papel de "madre", que pudo entrar en religión, en el convento de
Clarisas de Santa Úrsula. Antes de hacer esto, dejó todos sus bienes a sus
hermanos y a los pobres.
Su ejemplo fue tan contagioso que su hermana pronto la siguió,
entrando también en el convento de las Clarisas, mientras el hermano se convertía
en fraile franciscano.
Después de veinticinco años de vida religiosa, de extrema
regularidad y rigurosidad, y habiendo salido victoriosa de terribles
tentaciones, había sido nombrada superiora del convento de Santa Úrsula.
Por obediencia, dejó su puesto de priora de ese convento para
trasladarse a Pesaro. Cuando, con las siete hermanas llegó a la ciudad de los
Malatesta, en vano la Duqueesa salió a su encuentro con su carroza. Felicia
Meda se rehusó a subir, y entró a Pesaro a pie, caminando hasta el nuevo
monasterio en medio de la admiración devota di una grand muchedumbre.
La misma ovación popular se repitió cuatro años después, a su
muerte en 1444, cuando el pueblo de Pesaro la aclamó como Santa, atribuyéndole
numerosos milagros.
|