San Bruno, nacido en 1035 en Colonia, de padres nobles y virtuosos, llegó a ser rector de las escuelas de
Reims, donde brilló como orador, poeta, filósofo y teólogo; se propuso después, con seis amigos suyos, ir a pedir un retiro a San Hugo de
Grenoble, que les dio la Cartuja, donde puso los cimientos de la Orden fervorosa, austera y sabia de los Cartujos. Murió en un retiro de Calabria en 1101.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA
DE SAN BRUNO
I. Resolvióse San Bruno a prepararse para la muerte mediante una vida santa, dejó el mundo y se retiró a la soledad, El mundo es uno de los más
grandes enemigos de nuestra salvación, y la soledad nos proporciona el medio para triunfar de él, alejándonos de los objetos que nos incitan al pecado,
¡Oh amable soledad! si los hombres conociesen la inefable alegría de que colmas a tus dichosos moradores, las ciudades se despoblarían y los hombres irían a buscar a Jesús en el seno de los desiertos más
inhóspitos. La soledad es la morada habitual del Salvador. (Terrtuliano)
II. Después de haber vencido al mundo, hay que someter a la carne,
este enemigo que nos sigue a todas partes y lleva contra nuestra virtud
asaltos incesantes. Para hacerse señor de ella, San Bruno se sirvió del cilicio, del
ayuno y otras austeridades. No creas
que la penitencia Conviene sólo a los religiosos: tú que estás en el mundo, la necesitas más que
ellos, sea para expiar tus pecados, sea para resistir las tentaciones que continuamente te atacan.
III. Al demonio, que es el tercer enemigo que debemos vencer, este ilustre
ermitaño opuso la oración. Gran parte del día y de la noche la pasaba en oración y contemplación;
los consuelos que gustaba en estos piadosos ejercicios trocaban su soledad en un verdadero paraíso. Retírate,
siguiendo su ejemplo, para escapar al peligro del mundo y gustar los encantos del
amor de Dios. Encontré la contradicción en la ciudad y me alejé de ella huyendo y habité en la Soledad. (El
Salmista).
El amor a la soledad
Orad por la Orden de los Cartujos.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que los méritos de San Bruno, Vuestro confesor, acudan en nuestra ayuda, y que su
intercesión nos obtenga el perdón de las graves ofensas que hemos cometido contra vuestra Majestad. Por J. C. N. S. Amén.
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