Eduardo III, sabio y profundo legislador, pasó primero 35 años en Normandía durante el reinado de los invasores normandos. Llamado a Inglaterra por el concierto unánime de las voluntades, hizo florecer en ella la justicia y la paz. Edificó numerosas iglesias y fundó la abadía de
Westminster. Extremadamente caritativo, llevó un día a un pobre en sus espaldas y le dio una sortija de gran valor. Nada rehusaba de lo que se le pedía en nombre de San Juan Evangelista, el cual le advirtió sobre la hora de su muerte, acaecida en 1066
a la edad de 65 años.
MEDITACIÓN
SOBRE SOBRE LA FELICIDAD
DEL HOMBRE EN ESTA VIDA
I. Tres cosas pueden hacernos felices, tanto al menos cuanto lo podemos ser en este lugar de
destierro. La primera es la buena conciencia: sin ella, ni los placeres, ni los honores, ni el cumplimiento de
todos nuestros deseos podrían contentarnos. Si tienes el alma pura, todo lo desagradable que pueda
sucederte no debe turbarte. ¡Qué consuelo poder decirse: Hago lo que depende de
mi para estar bien con Dios! ¿Puedes, tú, con verdad, decirlo? ¿No te reprocha
nada tu conciencia?
II. La segunda condición para ser feliz es abandonarse generosamente a la providencia de
Dios, consagrarse a Él sin reserva, no querer sino lo que El quiere y recibir de su mano con agradecimiento el
bien y el mal, pues lo uno y lo otro son efectos de su bondad. Las aflicciones, el ayuno, las
enfermedades, no son penosos para los que los soportan, sino solamente para los que los reciben a disgusto. (Salmo).
III. La tercera condición es considerar cuál es voluntad de
Dios en todo lo que nos acaece. Dios tiene sus designios y el demonio los suyos. ¿Cuál es designio de Dios en esta enfermedad que te envía?
Que la soportes con resignación, mediante el pensamiento de la muerte y del paraíso. El demonio, por lado, quiere arrojarte en la impaciencia y en la
murmuración. Dios es tan bueno que no permitiría más que sucediese ningún mal en el mundo, si no
fuese Lo suficientemente poderoso como para sacar bien del mal. (San Agustín).
Conformidad con la voluntad de Dios
Orad por los que os gobiernan.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis coronado con la gloria
eterna al bienaventurado rey Eduardo, vuestro confesor, haced, os Lo suplicamos, que honrándolo en la tierra,
podamos reinar un día con él en el cielo. Por J. C. N. S. Amén.
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