San Pedro de Alcántara, siendo aun niño
abandonó todas las esperanzas que le daban su nacimiento ilustre y sus raras
cualidades, para entrar en la Orden los Recoletos. Animado del espíritu de San
Francisco, trabajó con mucho fruto por la salvación de las almas, mediante sus
predicaciones y numerosos milagros que Dios obró a sus ruegos. Santa Teresa
mucho lo admiraba y asegura que Dios nada le había rehusado de lo que ella le
había pedido por su intermedio. Murió en 1562. MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA I. Este gran santo tenía
tanto amor por los sufrimientos que a las austeridades prescritas por la regla
de su Orden, añadió también otras más rigurosas. Comienza tú por
practicar las mortificaciones que te impone tu estado de vida; haz después
algunas penitencias supererogatorias. Es la manera de evitar el pecado. ¡Al que
renuncia a las cosas permitidas, qué fácil le resulta evitar las prohibidas! (Tertuliano).
II. Su espíritu siempre estaba
ocupado por el pensamiento de Dios. ¿Qué te impide a ti elevar de vez en
cuando tu corazón a Dios? Lo puedes hacer en medio de tus más importantes
ocupaciones. Ofrece al Señor, en cada hora del día, lo que haces y lo que
sufres. Un acto de amor o de contrición se hace muy pronto.
III. Este santo tenía tanta
caridad para con el prójimo que trabajaba sin descanso en su conversión.
Comenzó reformando su Orden en España, después en Portugal, y en seguida
mediante sus predicaciones se ocupó de la conversión de los pecadores.
Comienza tú, asimismo, trabajando por la conversión de aquellos con quienes
vives; para esto, tu buen ejemplo será más poderoso que tus palabras. Es
preciso que pueda decirse del cristiano lo que Tertuliano decía del
filósofo, que su exterior es un lenguaje y su conducta una enseñanza.
El amor de la cruz Orad por los Padres Recoletos.
ORACIÓN
Oh Dios, que os dignasteis hacer ilustre
al bienaventurado Pedro, vuestro confesor, mediante los dones de una admirable
penitencia y sublime contemplación, conceded a nuestros ruegos que,
mortificando nuestra carne siguiendo su ejemplo y ayudados por sus méritos,
comprendamos más fácilmente las cosas celestiales. Por J. C. N. S. Amén.
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