San
Severino, que vivía en tiempos de San Martín, fue advertido por una música celestial de la muerte
de este gran servidor de Dios. Un anacoreta, que supo por revelación que tendría el mismo grado de
gloria en el cielo que el obispo Severino, dejó el desierto para ir a visitarlo, y asombróse vivamente de
verlo espléndidamente servido y magníficamente alojado. Dios le hizo entonces conocer que San Severino
tenía menos apego a sus bienes y a sus honores que el que tenía él mismo a su cántaro de agua.
MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE LOS BUENOS y LA DE LOS MALOS
I. Todos los hombres deben temer la muerte, porque es seguida de un juicio terrible y nadie sabe
si es digno de amor o de odio. San Hilarión, el abad Agatón y muchos otros grandes santos han temblado
en la hora de la muerte: ¿eres tú más santo que estos ilustres penitentes? Ten presente que no pueden
adoptarse bastantes precauciones en un asunto que no ventila sino una sola vez, que no se puede reparar
y donde se juega una eternidad de dicha o de infelicidad.
II. Pecadores, pensad en la muerte y
despreciaréis los bienes del mundo y trabajaréis por la salvación de vuestra alma.
Avaro, morirás; ¿a quién pasarán tus tesoros? Voluptuoso, ¿qué te quedará de tus placeres? Orgulloso, ¿de qué te servirán tus honores? ¿Qué desearás, qué temerás, qué te afligirá en la hora de la muerte? Piensa ahora en ello.
¡Oh muerte, cuán amargo es tu pensamiento para el hombre que vive en paz en medio de sus bienes! (Eclesiastés).
III. Justos o pecadores, quienquiera seáis, iréis a la casa de vuestra eternidad, descenderéis a la tumba; vuestros amigos, vuestros bienes, vuestros
placeres, vuestros honores os abandonarán, nada os quedará fuera de un lúgubre sepulcro. Iréis, no sabéis ni cuándo ni cómo. Iréis, pero de allí no volveréis; es la casa de la eternidad, donde se está para siempre. Ya no quiero en adelante pensar sino en morir bien; es la verdadera filosofía del cristiano. El hombre irá
a la casa de su eternidad. (Eclesiastés).
El pensamiento de la muerte
Orad por los agonizantes.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Severino, vuestro
confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J.
C. N. S. Amén.
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