3 de abril
SAN BENITO DE PALERMO,*
El glorioso san Benito de Palermo, llamado también
San Benito El Moro o San Benito El Negro, porque era de este color a semejanza de los etíopes,
nació en la aldea llama da San Filadelfo del obispado de Messana, de padres
moros de linaje, pero que profesaban la ley cristiana. Mozo era todavía cuando
para seguir el llamamiento del Señor vendió su hacienda, repartió
el precio de ella a los pobres y se retiró a una soledad, juntándose con unos
varones piadosos que por concesión apostólica vivían allí bajo la regla de san Francisco de Asís. Perseveró en esta vida santa y
penitente por espacio de cuarenta años, hasta que el Papa Pío IV, ordenó que
aquellos solitarios que habían profesado el instituto de san Francisco se
agregasen a una de las órdenes religiosas aprobadas por decretos pontificios.
Entonces se retiró san Benito a Palermo, en el convento de Menores Observantes
de santa María de Jesús, y allí resplandeció a los ojos de sus religiosos
hermanos como un acabado ejemplar de todas las virtudes. Ejercitábase con
singular gozo en los oficios más bajos y humildes: ayunaba constantemente las
siete cuaresmas anuales prescritas por el patriarca san Francisco; su cama era
la tierra desnuda, su sueño breve, su hábito el más raído y desechado, extremado su amor a la pobreza, angelical su castidad y recato, su oración
continua, porque en todas las cosas no buscaba sino a Dios, no deseaba sino a
Dios, en cuya presencia estaba, y a quien hablaba con dulces lágrimas y
amorosos suspiros del alma. Hiciéronle prelado del mismo convento de santa
María de Jesús, y aunque era lego y hombre sin letras, gobernó con tanta
prudencia, caridad y gracia del Señor aquella comunidad, que llevó adelante
con gran conformidad de todos la reforma y estrictísima observancia de su
Regla. A togas sus religiosos animaba el santo con sus heroicas virtudes, y con
la suavidad de su gobierno, de manera que aquel convento no parecía sino una
morada de san tos que hacían en ella vida de ángeles. Finalmente, habiendo
profetizado el día y hora en que el Señor quería llevarle para sí, recibió con grande
fervor los sacramentos de la Iglesia y el entregó su purísima alma al Creador,
a la edad de sesenta y tres años. Su sagrado cuerpo se conserva entero,
y despidiendo suave olor, en la ciudad de Palermo, donde empezó a ser
solemnemente venerado. Su culto se ex tendió después no sólo por toda
Sicilia, si no también por España, Portugal, Brasil, Méjico y Perú, hasta
que en 1807 el Papa Pío VII le puso en el catálogo de los santos.
REFLEXIÓN ¡Un santo negro! ¡un alma
hermosísima en un cuerpo feo!, ¡un corazón precioso, morada del Señor de los
ángeles en un hombre de raza mora
y parecido a los etíopes! ¡Ah!, ¡y qué poco repara nuestro Señor en estas
cosas de que se avergüenzan y deshonran los hombres! ¿Qué importa que el
cuerpo corruptible y mortal sea feo o hermoso, con tal que
el alma conserve la imagen y semejanza de Dios? Esta es la belleza inmarcesible
que debemos desear y procurar, porque así como el alma muerta por el pecado es
asquerosa como un cadáver podrido, horrible como un demonio, y tan
horrorosa, que si se apareciese como es, mataría de espanto a los que la
viesen; así el alma santificada por la gracia divina es mas bella que el
sol, hermosísima como un ángel y tan semejante al ser Divino, que, si la viésemos
con nuestros ojos, la tomaríamos por retrato del mismo Dios.
ORACIÓN Oye, Señor, las súplicas que te hacemos en la solemnidad del bienaventurado Benito, tu confesor, para que los que no confiamos en nuestras virtudes, seamos ayudados por los ruegos de aquel santo que fue de tu agrado. Por J. C. N. S. |
* Fuente: "FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA", Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.