12 de abril
SAN JULIO,*
Papa
Al tiempo que murió el glorioso pontifice san Marcos,
pusieron todos los ojos en san Julio, porque por su rara prudencia, doctrinas y
excelentes virtudes parecía el más digno de sentarse como Vicario de Cristo en
la silla de san Pedro y bien era menester una entereza y santidad, como la de
este insigne pontífice para de fender la causa de san Atanasio, patriarca de
Alejandría, contra los herejes arríanos; los cuales con el favor de los emperadores pretendían derribarle, y con él, a toda la Iglesia de
Jesucristo. Volvía san Julio, cuando los herejes nombraron por patriarca a un
Gregorio de Capadocia, hombre facineroso, hereje, insolente y atrevido, el cual
entrando en la ciudad con mucha gente de guerra y bárbara, hizo un estrago
en toda aquella población tan extraño y lastimoso, como si fuera un ejército
de enemigos, no perdonando a doncellas ni casadas, ni a viejas ni a niños, ni
a seglares, ni a eclesiásticos, ni a cosa sagrada ni profana, divina ni humana, con tan grande impiedad y
fiereza que no se puede explicar. Y viendo
san Atanasio esta calamidad tan lastimosa, se salió a escondidas de la ciudad y
vino a Roma para ver si con la autoridad del sumo pontífice podría hallar
algún reme dio para detener el ímpetu furioso de los herejes y apagar aquel
incendio que abrasaba no sólo a Alejandría, mas también a Egipto y a todas
las partes de Oriente. Recibióle muy bien el santo pontífice Julio y celebró
un concilio en Roma en el cual aprobó su inocencia, y declaró que era valeroso
capitán del Señor, e invencible defensor de su Iglesia, y cuatro años después
con el consentimiento del emperador Constante convocó un concilio ecuménico y
universal en Sárdica, el cual fue de trescientos obispos de todas las provincias de la
Iglesia occidental y setenta y seis de la oriental, presidiendo en él, Osio,
español, Obispo de Córdoba
con otros dos legados de la sede apostólica. Y con la sentencia de
este concilio, y las cartas que el santo Papa Julio escribió a los
prelados de Alejandría, volvió
san Atanasio a su iglesia, y fue privado de aquella silla el usurpador, a
quien acababa de matar el mismo pueblo por no poder sufrir sus
desafueros. Finalmente habiendo aprobado el
santo pontífice los veintiún cánones del concilio general de Sárdica y dado
sabios reglamentos a la Iglesia, que gobernó santísimamente por espacio
de quince años, descansó en la paz del Señor. Se conserva una
excelente carta suya, o de
su concilio, en la cual defiende la ver dad con una entereza y vigor digno del vicario de Cristo. REFLEXIÓN
Decía el santo Papa Julio
en su carta a los fieles de Alejandría: «Recibid, amados míos, a vuestro
obispo Atanasio, con entera gloria y alegría espiritual, y con él a
todos los que han sido
sus compañeros en sus grandes y traba josas persecuciones. Yo ciertamente tengo
particular alegría cuando me pongo a pensar la que cada uno de vosotros ha de tener cuando llegue vuestro pastor a esa
ciudad, como toda ella ha de salir a recibirle, y la fiesta que se ha de
hacer. ¡Qué día tan regocijado será para vos otros, cuando nuestro
hermano vuelva a veros, y los males pasados tendrán fin,
y el corazón de todos será uno! Como esta ha de ser la unión de paz y
amor que ha de reinar entre el pastor y las ovejas del rebaño de
Jesucristo. No turbemos jamás esta santa concordia, como suelen
turbarla por cualquier motivo los herejes, antes, como obedientes hijos
de la Iglesia, procuremos a todo trance conservarla.
ORACIÓN Rogámoste, Señor, que oigas las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Julio, y que por la intercesión y merecimientos de aquel que dignamente te sirvió nos absuelvas de todos nuestros pecados. Por J. C. N. S.
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* Sacado de: "FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA", Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.