Bernadette Soubirous, era una
enfermiza niña de 14 años, natural de Lourdes, una pequeña ciudad al pie
de los Pirineos. Su padre, Francisco Soubirous, molinero de profesión, estaba
en la ruina, y la familia había tenido que ir a vivir a un antiguo calabozo
abandonado, una pequeña pieza de 16 metros cuadrados.
Bernardita, como era
cariñosamente llamada, era una niña piadosa que asistía a misa los domingos,
pero no podía comulgar porque aún no había hecho la primera comunión. A
sus catorce años la enfermedad y el trabajo le habían impedido ir a la
escuela, por lo que no sabía leer ni escribir. En noviembre de 1857, los
Soubirous habían permitido a Bernardita ir a Bartrès, un pueblecito cerca de
Lourdes, a servir como criada en la casa de su antigua nodriza, María Lagüs.
Sin embargo, el deseo de Bernardita de hacer la primera comunión hizo que
regresara a Lourdes pocas semanas antes de comenzar las apariciones.
Las Apariciones.
El jueves 11 de febrero de 1858,
Bernardita había ido con su hermana y una amiga a la Gruta de Massabielle, al
borde del río Gave, para recoger algo de leña. Cuando se estaba descalzando
para meterse al agua y cruzar al torrente, oyó un ruido como de una ráfaga de
viento, y levantando la cabeza hacia la gruta, vio a una Señora vestida de
blanco, que llevaba un velo también de color blanco, una faja azul en la
cintura y una rosa amarilla en cada pie. Bernardita hizo la señal de la cruz y
rezó el rosario con la Señora. Al terminar de rezar, la Señora desapareció.
El domingo 14 de febrero Bernardita se sintió interiormente movida
a volver a la Gruta, a pesar de la prohibición de sus padres. Pero su madre le
dio permiso para volver, debido a sus insistentes ruegos. Cuando había rezado
la primera decena del rosario, la Señora apareció nuevamente, y Bernardita
roció el sitio con agua bendita como se le había sugerido. La Señora sonrió
inclinando la cabeza. Al terminar el rosario, la Señora desapareció.
El
jueves 18 de febrero la Señora habló por primera vez. Bernardita le pide que
escriba su nombre en un papel, pero la Señora le dice que no es necesario, y añade:
"No prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro. ¿Quieres hacerme
el favor de venir aquí durante quince días?".
Las manifestaciones se produjeron durante esos quince días, con
algunas pocas excepciones.
El viernes 19 de febrero hubo una aparición breve y silenciosa.
Bernardita llevó a la Gruta una vela bendecida y encendida. El sábado 20 de
febrero la Señora le enseñó una oración personal. Al irse la Señora,
Bernardita se sintió muy triste. El domingo 21 de febrero unas cien personas
acompañaron a Bernardita al sitio de las apariciones. Ese mismo día el
comisario de policía le pidió que dijera lo que había visto. Bernardita sólo
mencionaba "aquello", para referirse a la aparición. El martes 23 de
febrero unas ciento cincuenta personas rodean a Bernardita. Durante la aparición
se le comunicó un secreto, algo que era sólo para ella. El miércoles 24 de
febrero la Señora pidió a Bernardita repetir ante la multitud: "¡Penitencia!
¡Penitencia! ¡Penitencia!
El jueves 25 de febrero estaban presentes unas trescientas
personas. La Señora le pidió a Bernardita que bebiera el agua de una fuente,
indicándole el sitio. Bernardita raspó la superficie del terreno con las uñas.
En un principio encontró sólo un poco de agua turbia, pero al cuarto intento
ya pudo beber un poco de agua. Había brotado el milagroso manantial de Lourdes.
También le pidió que comiera hierba de la que había cerca de la fuente, y así
lo hizo ante la burla de muchos. La aparición desapareció, y a Bernardita la
tildaron de loca. Pero el agua milagrosa comenzó
a hacer sentir sus efectos en niños y adultos que eran sumergidos en ella. La
fe crecía en Lourdes.
El sábado 27 de febrero se juntaron unas ochocientas personas. La
Señora no habló. Bernardita bebió agua del manantial y rezó. El domingo 28
de febrero Bernardita caminó de rodillas en señal de penitencia y también besó
la tierra. Estaban presentes unas mil personas.
Luego, el juez Ribes la amenazó con meterla en la cárcel acusándola
de mentirosa. El lunes 1º de marzo asistió un sacerdote a la gruta por primera
vez, junto a más de mil quinientas personas. El martes 2 de marzo la Señora le
encargó decirle a los sacerdotes que acudieran al sitio en procesión y
construyeran allí una capilla. Bernardita se lo comunicó al padre Peyramale, párroco
de Lourdes, quien sólo quería saber una cosa: el nombre de la Señora. Le
exigió, además, como prueba, que el rosal de la Gruta de Massabielle
floreciera en invierno. El miércoles 3 de marzo Bernardita se encaminó hacia
la Gruta muy temprano y encontró allí unas tres mil personas, pero la Señora
no apareció. Más tarde, al salir del colegio, sintió la llamada interior y
acudió a la Gruta. Nuevamente le preguntó a la Señora su nombre. Esta le dio
por respuesta una sonrisa. Luego, el padre Peyramale le repetía: "Si de
verdad la Señora quiere una capilla, que diga su nombre y haga florecer el
rosal de la Gruta". El jueves 4 de marzo se reunieron en la Gruta alrededor
de ocho mil personas que esperaban un milagro al final de los quince días. La
Señora permaneció silenciosa todo el tiempo. El párroco Peyramale insistía
en su pedido. Durante veinte días Bernardita no acudió a la Gruta pues no sentía
el llamado interior que la impulsaba a dirigirse hacia el lugar.
El jueves 25 de marzo la Señora revela su nombre, pero el rosal
sobre el cual había puesto sus pies durante las apariciones no florece.
Bernardita narra el suceso: "Levantó los ojos hacia el Cielo, juntando en
actitud de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y
me dijo: "Que soy era Immaculada Councepción". La joven vidente salió
corriendo, repitiendo constantemente, por todo el camino, aquellas palabras que
no entendía. Pero estas palabras le dieron al párroco la certeza del suceso,
ya que él sabía que Bernardita ignoraba esa expresión teológica que sirve
para designar a la Santísima Virgen.
El miércoles 7 de abril, durante la aparición, Bernardita sostuvo
una vela encendida en su mano, y muchos observaron cómo la llama lamía su mano
sin quemarla. El doctor Douzous, médico, constató este hecho personalmente.
El jueves 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, Bernardita sintió
nuevamente el llamado interior y se dirigió a la Gruta; pero al encontrar
cerrado el acceso, se dirigió al otro lado del río Gave, enfrente de la Gruta
y contempló desde allí la aparición. Después relataba: "Me parecía que
estaba delante de la Gruta y a la misma distancia que las otras veces. No veía
sino a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!" Esta fue la última
aparición de la Santísima Virgen María en la Gruta de Massabielle.
Después
de las apariciones Bernardita ingresó al convento de Nevers. Como la Santísima
Virgen le había dicho, tuvo que sufrir mucho en esta vida. A su enfermedad física
se añadieron sufrimientos espirituales: oscuridad interior, escrúpulos,
temores, tentaciones. A los 34 años la tuberculosis acabó con su vida terrena.
En Nevers su cuerpo se conserva incorrupto, fresco y bello, tal como el día en
que murió. El 14 de junio de 1925 María Bernarda Soubirous fue declarada beata
por el Papa Pío XI, y el 8 de diciembre de 1933 el mismo Papa la declaró
santa, estableciendo que su memoria se celebrara
el 16 de abril, día en que había subido al Cielo.
La fuente de agua que brotó en Lourdes es una fuente milagrosa. Así
lo testimonian las innumerables personas que se han curado sumergiéndose en
ella. Pero la Virgen también había venido a derramar innumerables gracias de
sanaciones espirituales y a pedirle a sus hijos conversión, oración y
penitencia. El santuario de Lourdes se convirtió uno de los más visitados y
famosos del mundo.
El 28 de julio del año 1858, Monseñor Laurence, Obispo de Tarbes,
quien se encargó de las apariciones, creó una comisión para recoger y
constatar los hechos que habían ocurrido en la Gruta de Lourdes, y el 18 de
enero de 1862 declaró auténticas las apariciones, en nombre de la Iglesia.
"Yo soy la Inmaculada Concepción"
Con estas palabras, la Santísima
Virgen confirmaba el dogma que el Papa Pío IX había declarado en Roma sólo 4 años
antes de las apariciones. Esto era muy importante en ese momento, pues al año
siguiente, en 1859, Charles Darwin publicaba su libro "El Origen de las
Especies" en el cual su teoría evolucionista echaba por tierra la realidad
del pecado original, que el Concilio Trento había definido como dogma hacía 3
siglos. La Virgen preparaba al mundo a enfrentar esta teoría, anteponiendo a
los errores del Evolucionismo Darwiniano la irrefutable certeza de su Concepción
Inmaculada, y al mismo tiempo afirmaba el hecho cierto de la condición pecadora
del hombre.
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