Aniceto, sirio de nacimiento, gobernó la Iglesia
unos diez años, alrededor del 160. Combatió con celo las herejías de Valentino
y de Marción y de tuvo, por su vigilancia, los estragos que causaban entre los
fieles. Aunque no derramó materialmente su sangre por la fe, los sufrimientos
que debió sufrir y los peligros a los que estuvo expuesto le han merecido el título
de mártir.
MEDITACIÓN
SOBRE LA HONRA
QUE DEBEMOS A LOS SANTOS
I. Dios honra a sus
servidores en la tierra y en el cielo. ¡Qué gloria es para los santos hacer
milagros dando órdenes a la naturaleza, ver a los reyes y a los soberanos
pontífices prosternados ante sus reliquias, y ver tantas iglesias y altares
erigidos en su memoria! ¡Qué honor para ellos en el cielo ser servidores, hijos
y favoritos de Dios! ¡Ah! Señor, ¡cuánta razón tenía David para exclamar: Tus
amigos son demasiado honrados, oh Dios mío! Ambiciosos, he aquí
honores inmortales que podéis y que debéis buscar.
II. Honra las reliquias y las imágenes de los santos, adorna
sus altares y sus iglesias. Esta devoción es agradable a Dios y te será muy
útil. Dios ha dado a los santos poder para curarte de muchas enfermedades, para
socorrerte en tus aflicciones; invócalos, no han dejado de ser caritativos: son
tus
hermanos, padecieron los males que te hacen gemir. Y no carecen de poder: son
los favoritos de Dios omnipotente.
III. Imitemos a los santos, es el mayor honor
que podemos tributarles. Leamos sus vidas, y en cada una de ellas elijamos
una virtud que podamos imitar. ¿A qué santo imitamos? ¿No hay alguno entre
ellos que haya vivido en condiciones semejantes a las nuestras?
Siguiendo su ejemplo, desapeguémonos de las comodidades de la vida, para go
zar con ellos de las delicias eternas. Sacrifiquemos con gusto los bienes de
la tierra para conservar los del cielo. (Tertuliano).
La devoción a los santos
Orad por
la conversión de los herejes.
ORACIÓN
Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño, y protegedlo con protección constante por vuestro mártir y Sumo
Pontífice Aniceto, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia.
Por J. C. N. S.
|