San Anselmo dejó el mundo en la flor de su
edad, y entró en el monasterio de Bec. Elegido arzobispo de Cantórbery, con
tanta bondad y dulzura dirigió el rebaño confiado a sus desvelos, que ganó el
afecto general. Fue su administración, dulce y, sin embargo, de una prudente
firmeza, como lo probó defendiendo valientemente los derechos de la Iglesia
Romana contra el rey de Inglaterra a quien debía el episcopado. Poco antes de
su muerte, impedido por su extrema debilidad de celebrar el Santo Sacrificio, se
hizo llevar todos los días a la iglesia para oír Misa. Murió en
1109.
MEDITACIÓN
EL PECADO MORTAL
MERECE PENA ETERNA
I. Es artículo de fe que todo hombre que
muere en pecado mortal es condenado al fuego del infierno. Después de millones
y millones de años, esas míseras víctimas de la cólera de Dios estarán
apenas comenzando recién su suplicio. Implorarán la muerte, mas ella no acudirá en
su auxilio. Eternidad, ¡qué espantoso es tu recuerdo! No nos pide Dios sino muy poco para
que evitemos esta muerte eterna, y no que remos obedecerle. (San Agustín).
II. Es justo que los pecadores sufran suplicios
eternos, puesto que ofendieron a una Majestad infinita. Es preciso que los
condenados sufran tormento mientras perduren en estado de culpa; ahora bien, en
él permanecerán durante toda la eternidad, porque han muerto en su crimen y en
el infierno no hay perdón que esperar. Los condenados conocieron cuan do vivían
a qué desgracia se precipitaban pecando, Dios los amenazó con ella para
apartarlos del pecado; no obstante, ellos prefirieron ofenderle. ¿No es justo,
acaso, que el impío viva siempre para sufrir siempre, puesto que hubiera
querido vivir siempre a fin de poder pecar siempre?
III. Los condenados no podrán, mediante
ningún sufrimiento, purificarse ni siquiera de un solo pecado mortal. Tanta es la
malicia del pecado que si Dios lo castigara según el rigor de su justicia, ni
la suma de satisfacciones de todos los hombres, aun cuando sufriesen penas
infinitas durante toda la eternidad, podría expiar una sola falta mortal: es un
Dios el ofendido, y es un hombre el que satisface. En fin, Dios es justo, y si
castiga un solo pecado mortal con una eternidad de penas, es porque el pecado
merece este espantoso castigo.
El pensamiento del infierno
Orad por
los herejes
y los cismáticos.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis instruido a vuestro
pueblo sobre los caminos de salvación por ministerio del bienaventurado
Anselmo, haced, os lo suplicamos, que merezcamos tener como intercesor en el cielo a quien en la tierra nos disteis como doctor
y guía.
Por J. C. N. S.
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